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Para jóvenes

¿Atrapado en la oscuridad?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 7 de septiembre de 2020


P: Me siento atrapado en la oscuridad de mi vida: frustrado, desesperado, asustado. Necesito ayuda.

R: Pensamos en la oscuridad y en la luz como dos caras de la misma moneda, pero ¿lo son? Para un planeta, la respuesta es sí. Pero para un rayo de sol no. Para el rayo de sol no existe la oscuridad. Toda su identidad es luz.

Cuando sentimos que estamos en medio de la oscuridad —luchando contra la duda, la confusión o la depresión; sintiéndonos perdidos o en pánico— identificarse con el rayo de luz puede ayudar. Muchísimo. Jesús sabía esto. Una vez dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12) y, “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30).

Los rayos de sol no eligen ser rayos de sol; simplemente lo son. No pueden evitar estar llenos de luz porque su fuente está llena de luz. Y no pueden ser diferentes de su fuente. Los rayos de sol tampoco eligen de qué manera brillar o sobre qué brillar. El sol tiene esa función.

En esta analogía, si el rayo de sol nos representa a nosotros, el resultado, entonces el sol representa a Dios, el sumamente bueno “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). De modo que todo lo bueno que somos —toda la luz que expresamos— debe ser constante, permanente y segura, porque Dios, la fuente de esa bondad y esa luz, nunca cambia.

Una vez tuve una curación que ayudó a que esta idea fuera muy real para mí. Me lastimé la rodilla mientras bailaba. No podía moverme con normalidad y, por supuesto, no podía bailar. Había tenido otras curaciones a través de la oración antes, por lo que mi primera respuesta fue orar como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Oré mucho y una practicista de la Ciencia Cristiana también oró por mí. Leí y estudié todo lo que ella me sugirió, incluso pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, los cuales fueron útiles e inspiradores. Pero después de más de una semana, no pareció haber ninguna mejoría. Me sentí frustrada y sin saber cómo seguir adelante.

Finalmente, me cansé de esto y fui a las clases de baile de todos modos. Todavía no podía estirar la pierna, pero pensé que quizás podría hacer algo simple. Mientras estaba allí con mucho dolor, de pronto me vino un pensamiento: “Nunca fuiste la fuente de tu habilidad. Siempre fue Dios. Siempre”.

A partir de ahí, razoné que, si esto era cierto, entonces tampoco ninguna de esas habilidades, libertad, fuerza, flexibilidad o gracia me podían ser arrebatadas, como un rayo de sol tampoco puede decidir no brillar. Eso me dio valor y humildad, y sentí que finalmente podía avanzar y liberarme del miedo y la frustración. Al final resultó que ese día pude hacer la mayor parte de los ejercicios en la “barra” y moverme un poco en el trabajo del centro, y en unos días estaba bailando, e incluso actuando, con libertad y fuerza. Había aprendido una lección de cómo ser un rayo de luz.

Me encanta la forma en que la Sra. Eddy describe nuestra naturaleza llena de luz, y la razón para ello, en Ciencia y Salud: “El hombre no es Dios, mas como un rayo de luz que viene del sol, el hombre, el producto de Dios, refleja a Dios” (pág. 250). Esto me ayuda cuando siento que hay un lado oscuro en la vida: sentimientos y temores que me hacen cuestionar si realmente estoy conectada con Dios, con el bien. Me ayuda porque, al mirar ese miedo, duda o desesperanza, puedo preguntarme: “¿Está ese planeta pensando o un rayo de luz pensando?”.

Indudablemente, esa es la perspectiva del planeta. Aquella que mira hacia el sol, en lugar de desde él; que se ve como una fuerza independiente (buena y mala), con fases oscuras y claras. Es entonces cuando, a través de la oración, vuelvo a calibrar mi pensamiento y me recuerdo a mí misma que, puesto que Dios es Todo, real y verdaderamente, entonces ni siquiera tengo el poder de estar mentalmente en un lugar oscuro. De hecho, siempre estoy llena de luz. Llena de alegría, propósito, fortaleza, salud. No solo por medio día, o aquí y allá, sino para siempre.

Dejar de pensar como un planeta nos permite comprender quiénes y qué somos realmente, y que dependemos completamente de Dios para nuestra vida, nuestra dirección, nuestra esperanza y nuestra felicidad, tal como un rayo de luz.

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