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Curación eterna

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 8 de marzo de 2018


¡Si necesitas sanar, por favor, no te tomes el tiempo para leer este editorial! Simplemente, toma un momento de eternidad.

La expresión curación eterna suena un poco como la descripción de una curación que ha tenido que enfrentar la prueba del tiempo. Sí, aquellos que recurren a Dios en busca de bendiciones, podrían fácilmente identificar la oración como una forma eterna de encontrar respuestas a los apremiantes problemas de la mortalidad. Sin embargo, podemos sondear aún más profundamente para poner al descubierto la naturaleza eterna de la curación divina. Entonces la oración se volverá cada vez más eficaz. De hecho, sanaremos como Jesús lo hacía, y como él quería que lo hiciéramos.

La curación mediante el Cristo es una curación eterna porque está totalmente libre del tiempo. La Biblia se refiere al hecho de no estar limitados por el tiempo: "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). El toque sanador del Cristo se ha sentido desde el principio de la época bíblica. Aun hoy, sigue siendo una presencia tierna, que eleva y bendice. Si quieres sentir este poder gentil, reconoce que está por siempre presente en tu consciencia “ayer, y hoy, y por los siglos”.

Imagínate lo que significa estar liberado del tiempo. Percibe, aunque sea una vislumbre de esta libertad, y encontrarás verdadera curación. Mary Baker Eddy usó una serie de palabras y frases para explicar más claramente la naturaleza del tiempo (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 595). He aquí dos de ellas: (1) medidas mortales; (2) materia. La mayoría de la gente piensa en la curación dentro del contexto del tiempo. Es decir, toma tiempo para que los problemas se desarrollen (incluso las dificultades que surgen repentinamente toman por lo menos un momento). Y lleva tiempo hacerse cargo de ellos. Pero la curación eterna entraña desechar el tiempo. “Hacer ayuno” de las medidas mortales, negar la materia. Jesús sanaba porque estaba sumamente lleno de amor y dotado del Cristo. Él no medía a la gente con la mortalidad. No los caracterizaba como objetos de la materia. Medía a una persona conforme a la semejanza que ella tenía con el Cristo, la naturaleza eterna que Dios ha infundido en cada uno de nosotros.

Considera por un momento cuán diferente es la forma como la mayoría del mundo piensa en la curación. Supongamos que se manifiesta algún tipo de discordancia. Tal vez un problema físico. La forma como el mundo enfrenta este tipo de imperfecciones humanas envuelve tiempo. Y ¿qué quiere decir esto? Momentos, incluso horas, de dilatarse en la materia, de medirla y enfatizarla. Típicamente, la gente evalúa su nivel de molestia como leve o severa. Tal vez midan la temperatura, los latidos del corazón, la presión de la sangre, por cuánto tiempo han tenido que soportar esa condición. Las medidas mortales son una afirmación de la materia. Se la clasifica, observa y con frecuencia se le teme. La mente humana dice acerca de esta llamada sustancia: “Te puedo medir. Tú me defines. Tú eres mi realidad. Estás arraigada en la realidad del tiempo”. Pero la Ciencia del Cristianismo nos eleva y nos aparta radicalmente del pantano de medir la materia, y hace que nos veamos a nosotros mismos como espirituales y semejantes al Cristo, el mismo “ayer, y hoy, y por todos los siglos”. Eternos.

El Cristo es un impulso eterno que está presente en la consciencia y nos eleva.

Esta presencia compasiva nos hace arraigar con firmeza en el Espíritu. Revela que el Espíritu es inmensurable, ilimitado, infinito. Cuando al orar reconocemos, con amor y convicción, que el Espíritu ilimitado es nuestra verdadera sustancia, las limitaciones y discordancias mortales disminuyen. A veces rápidamente. La curación a través del Espíritu nos lleva a anhelar no tanto ser liberados en la materia, como a liberarnos de la materia. La curación basada en el tiempo nos haría insistir en el hecho de mejorar de ahora en adelante. La curación eterna entraña mejorar ¡desde ahora hacia atrás! Así es; la verdadera libertad no se produce si pensamos simplemente que nuestra existencia tiene un orden cronológico, donde la discordia comienza en cierto punto, y la oración se basa en persuadir a Dios para que nos libere del problema antes de mañana. Somos liberados cuando comenzamos a despertar y a comprender que no estamos de ningún modo dentro de un orden cronológico. Jamás hemos estado en la materia. No podemos y no vamos a permitir medirnos a nosotros mismos como si fuéramos una condición de la mortalidad. Somos la semejanza del Cristo. La identidad real está aquí mismo en la eternidad, en la totalidad ilimitada del Espíritu.

La eternidad no es algo que sucede en el futuro. No es tiempo infinito. En lugar de ser la prolongación del tiempo, es la eliminación del tiempo. Como la Sra. Eddy señaló tan hábilmente: “…el tiempo no es parte de la eternidad” (Ciencia y Salud, pág. 468). Pienso que el desafío que ella presentó contra el tiempo se parece a lo que describió San Juan el Revelador: un ángel demostrando que a medida que percibamos que toda la creación proviene del Espíritu, demostraremos que “¡el tiempo ha terminado!” (Apocalipsis 10:6, NVI). No habrá demora para que nuestra vida exprese la perfección de Dios.

En una ocasión, tuve una tos seca que persistió por largo tiempo; por lo menos esa fue la medida mortal que le asigné a la condición. No lograba liberarme de ella. Entonces un día, cuando oraba acerca de la irrealidad del tiempo, sentí que me liberaba de la mortalidad; me embargó una especie de inmortalidad, o cielo. Fue como si la influencia nutritiva del Cristo me liberara de los confines del tiempo, a medida que reflexionaba acerca de la ineficacia de las “medidas mortales” y de “la materia”. La tos de pronto se detuvo. Creo que el tiempo se detuvo. Vislumbré y percibí una sensación de eternidad. En ese momento, Dios se volvió más real para mí que la tos. Una perspectiva espiritual de la realidad sobrecogió la mortalidad. Yo podía toser en el tiempo, pero no en la eternidad.

El enfoque para obtener curación basado en el tiempo, lucha dentro de la materia. La materia son las medidas auto limitantes de la mente humana. Es una característica de las restricciones de la vida. La curación eterna, en cambio, se despoja de la materia. Cede a la existencia verdadera porque es la expresión ilimitada, infinita y sin restricciones del Espíritu. Cuando amamos a Dios como nuestra realidad, cierta medida de la semejanza del Cristo emerge en nuestra consciencia y se manifiesta en nuestra vida como una sensación de bienestar, un sentimiento de alegría y paz interior, una convicción de nuestra inocencia y pureza verdaderas. No perdemos nuestra sustancia, sino que comenzamos a vivirla de manera permanente.

Cuando trates una situación o condición por medio de la oración, piensa en la curación eterna. No estás atascado en la materia o en la mortalidad, tratando siempre de medirla y mejorarla. Expresas la interminable armonía del Espíritu porque eres amado y valorado por siempre por ser el hijo impecable de Dios. ¡El hecho es que en tu vida no tienes tiempo para otra cosa más que la eternidad!

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