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¿De qué lado estás argumentando?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 3 de julio de 2017

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 25 de mayo de 1981.


Todo estudiante de la Ciencia Cristiana sabe que sus enseñanzas brindan una nueva forma de pensar, una nueva perspectiva de las cosas, un nuevo punto de vista para reflexionar y actuar.

Encontramos maravillosa inspiración y alegría al aprender las verdades absolutas del bien omnipotente de Dios y el verdadero ser del hombre como idea espiritual de Dios. El hombre ama naturalmente las grandes verdades de la existencia, y recurre a ellas en busca de fortaleza, consuelo y paz, los cuales ciertamente se manifiestan en vigor y abundancia.

No obstante, muy pronto nos damos cuenta de que no podemos contentarnos meramente con la dicha eufórica de aceptar estas verdades como una teoría. Estas verdades deben vivirse, deben aplicarse en la práctica a cada momento. Llegamos a comprender que la norma de la Ciencia y la norma de la Verdad deben poner a prueba nuestros pensamientos y conclusiones. En otras palabras, vemos la necesidad de realmente enfrentar nuestros propios pensamientos. Percibimos la importancia de poner en tela de juicio los pensamientos que tocan a nuestra puerta mental, y aceptar solo aquellos que son válidos y dignos a la luz de la Ciencia.

En sus escritos, nuestra Guía, Mary Baker Eddy, insiste en muchas ocasiones en cuan fundamental es escudriñar los pensamientos en la curación metafísica. Por ejemplo, ella escribe: "Los enfermos inconscientemente argumentan a favor del sufrimiento, en vez de hacerlo en contra del mismo. Admiten su realidad, cuando debieran negarla. Debieran abogar en contra del testimonio de los sentidos engañosos, y mantener la inmortalidad del hombre y su eterna semejanza con Dios” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 394–395).

Ella nos muestra claramente que argumentar a favor de los síntomas o apariencias de enfermedad, limita nuestra capacidad para demostrar el poder de la Mente para sanar; que sería lo mismo que argumentar en contra de nuestro propio éxito en la curación. Como ella nos dice: “Tu influencia a favor del bien depende del peso que eches en el platillo correcto de la balanza” (Ciencia y Salud, pág. 192).

De hecho, la Ciencia Cristiana amplía la aplicación del noveno mandamiento, "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16), a fin de proporcionar una norma de la verdad y honestidad espiritualmente científicas, para todos nuestros pensamientos. La Sra. Eddy escribe: "'No hablarás contra tu prójimo falso testimonio'; es decir, no proferirás una mentira, ya sea mental o audiblemente, ni permitirte pensar en ella”. Luego, refiriéndose a varios de los Mandamientos, incluso este, ella agrega: "La obediencia a estos mandamientos es indispensable para la salud, la felicidad y la prolongación de nuestros días” (Escritos Misceláneos, pág. 67).

Para sanar en la Ciencia Cristiana necesitamos argüir vigorosamente a favor de las verdades de la omnipotencia de Dios y la integridad espiritual del hombre, y negar la supuesta realidad de la enfermedad, así como del pecado. Este método de oración ferviente —reconociendo sin reserva alguna el poder y la totalidad de Dios como la Mente, la Vida y el Amor infinitos— abre el camino para que las energías del Espíritu restauren al enfermo, y para que la evidente percepción de la presencia sostenedora del Amor disuelva el dolor y el terror.

Por otro lado, el hecho de argüir (aunque sea con buenas intenciones) a favor de la supuesta validez y actividad de la enfermedad, el pecado o la muerte en sus innumerables formas, constituye una malapráctica destructiva. Viola el mandamiento "No hablarás falso testimonio”.

El punto que aquí señalo se aplica a la salud de nuestra sociedad nacional e internacional, así como a la de los individuos. Las predicciones ampliamente divulgadas de enfermedades, desastres y caos son una especie de malapráctica inconsciente; particularmente en las formas dramáticas e incesantes tan prevalecientes hoy en día en los medios de comunicación. Si no encuentran resistencia contra ellas, tienden a cumplirse; como mínimo producen temor, son una influencia depresiva que tiende a paralizar el pensamiento terapéutico constructivo. La prevalencia de esta atmósfera miasmática lo impulsa a uno a sentirse agradecido por el Christian Science Monitor, el cual de manera notable logra reportar los sucesos públicos de una forma realista, sin permitirse usar predicciones negativas. Es motivo de gratitud también por la Ciencia que nos demuestra cómo lidiar con los pensamientos destructivos mediante la oración.

Este punto también se aplica a las actividades de la iglesia. Si nos sentimos insatisfechos con las decisiones que se toman, o la forma en que nosotros percibimos que deben hacerse las cosas, ¿acaso argumentamos (más o menos inconscientemente) en pro de que la ineptitud, la falta de sabiduría o las deprimentes perspectivas son una realidad? ¿O en cambio, oramos sinceramente para entender que solo hay una Mente omnipotente única, y que solo esta Mente gobierna todas las cosas, incluso “el reino de los hombres”, como se indica en el cuarto capítulo de Daniel? Si sentimos que los que nos rodean no se adhieren a la norma de la Ciencia, ¿nos pasamos el tiempo criticando o conociendo la realidad espiritual?

Desde la época que fue establecida la Iglesia de Cristo, Científico, sus detractores han estado sistemáticamente prediciendo su caída. ¿Vamos acaso a unirnos a los que predicen esto y a ser testigos a favor de las agresivas sugestiones mentales de fracaso, que tan vigorosamente tratan de imponerse?

A veces un trabajador sincero puede que pregunte: “¿Qué podemos hacer en una situación donde un miembro influyente ejerce una influencia que crea disensión y está dividiendo a la congregación?”. Incluso aquí, ¿no es acaso la convicción básica de todos los Científicos Cristianos aún válida, es decir, que esa oración silenciosa, espiritualmente científica, es el medio más eficaz de desenmascarar y neutralizar las estratagemas del magnetismo animal, resolviendo las discordias humanas, y asegurando progreso y curación?

Incuestionablemente, se requiere de mucho valor moral y espiritual para argüir con la verdad a favor de los hechos espirituales de la existencia, cuando toda la evidencia de los “sentidos engañosos” están tirando en dirección opuesta. Pero nuestro Dios es el Dios viviente —el Amor que fluye irresistiblemente—  cuya influencia sanadora e intensos poderes de atracción, cambian profundamente el punto de vista de la forma de pensar humana. La Sra. Eddy nos ayuda a demostrar esto cuando escribe: "La manera de extraer el error de la mente mortal es verter la verdad mediante inundaciones de Amor” (Ciencia y Salud, pág. 201). Cuanto más permitamos que esas “inundaciones” prevalezcan en nuestra consciencia individual, más eficazmente podremos traer curación a nosotros mismos y a otros.

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