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Para jóvenes

Desperté y estaba sana

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 27 de noviembre de 2018


Eran las 4:30 de la madrugada cuando me desperté sintiendo que me costaba mucho respirar y con la garganta dolorida e irritada. Mi primera reacción fue de temor al pensar en cuánto sufriría la siguiente semana al padecer de un resfriado. 

Tuve la tentación de volverme a dormir. Después de todo, pensé, era simplemente un resfriado. Me sentiría incómoda unos días, y luego desaparecería, tal como sucedió con todos los otros resfriados que había tenido en el pasado. 

Pero en lugar de dormitar, recordé algo que había escuchado en una conferencia de la Ciencia Cristiana hacía tan solo dos semanas. El conferenciante había compartido la idea de que todo desafío que enfrentamos, cualquiera sea su forma, es un “llamado de atención”, alertándonos de que tenemos la oportunidad de cambiar el pensamiento. La verdadera curación tiene lugar como resultado de ese cambio, a medida que obtenemos una comprensión más clara de todo lo que Dios es y lo que eso significa respecto a nosotros Sus hijos.

 Pensé en una frase de Segunda a los Corintios en la Biblia donde Pablo afirma: “Me gozo en las debilidades” (12:10). Yo sabía que esto no quería decir que a Pablo le gustara estar enfermo, sino que él veía los desafíos como oportunidades para comprender mejor el poder y el amor de Dios. De modo que en lugar de sentir temor, podía esperar esta oportunidad sanadora. Esta experiencia podía ayudarme a crecer como Científica Cristiana y a sentirme más cerca de Dios. 

Pasé los siguientes dos minutos escuchando a Dios, preguntando qué necesitaba saber. Pronto me vino el amable pensamiento de que, durante las últimas dos semanas, yo había estado guardando sentimientos de irritación y rechazo. Había pasado mucho tiempo sintiéndome molesta con unos amigos cercanos que yo pensaba que eran egoístas. Esta revelación no vino con un sentimiento de condenación. Fue, en cambio, como un suave empujoncito de Dios para que cambiara esos pensamientos y sentimientos fríos por una opinión más espiritual acerca de estos amigos.

De inmediato le pedí a Dios que me ayudara a verlos como Él los veía, que expresaban Su bondad y gracia, no egoísmo. Al orar de esta forma, recordé todas las veces que estos amigos habían expresado amor y altruismo, y me di cuenta de que estos ejemplos compensaban considerablemente cualquier “evidencia” de otros comportamientos.

 También reconocí que la sugestión de que cualquiera pudiera ser egoísta y fastidioso era un punto de vista completamente equivocado. Por ser hijos de Dios, ellos reflejan solo a Dios y son buenos y puros, no molestos y egocentristas. Ninguno de ellos, ni por un momento, había sido menos que la expresión de Dios. Yo no podía tener una opinión distorsionada de mis amigos que me hiciera verlos incorrectamente.

 Una vez que reconocí esto y sentí profundamente el amor, la compasión y la abnegación que estos amigos expresaban sin esfuerzo alguno, fue como si el punto de vista que tenía antes de ellos hubiera desaparecido por completo. De pronto, me embargó un amor y una gratitud muy grandes hacia estas dos personas, y toda la frialdad, la frustración y la irritación desaparecieron.

 Sabía que mi pensamiento había cambiado y que se había producido la curación. Me volví a dormir de inmediato, y cuando desperté pocas horas después, me di cuenta de que no tenía ninguna dificultad para respirar y que el dolor de garganta había desaparecido por completo. Me sentía sumamente agradecida por los mensajes divinos que me habían venido, que me permitieron elevarme por encima de los conceptos errados que tenía de mis amigos, y reconocer que todos realmente reflejan a Dios. Lo que al principio había parecido simplemente un molesto resfriado, se transformó en una oportunidad para que se produjera una verdadera curación.

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