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Para Jóvenes

Después de romper el noviazgo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 9 de junio de 2017

Publicado originalmente en el JSH-Online del 30 de marzo de 2017.


“¿Qué pasa si tus sentimientos por mí cambian después del campamento?”, pregunté.

“Eso es imposible”, dijo. “Eso no sucederá”.

Era el final de mi segundo año en el bachillerato y todo iba viento en popa. Tenía el novio perfecto, buenas calificaciones y me iba bien en los deportes. Sin embargo, mi novio estaba a punto de irse de campamento por siete semanas, y yo sabía que sólo podríamos comunicarnos mediante cartas. Estaba un poco preocupada de que las cosas pudieran cambiar entre nosotros. Me sentí algo mejor al ver la certeza con que me habló, y traté de ocupar mi verano con deportes y actividades para no pensar en lo mucho que lo extrañaba.

Cuando todos regresamos a la escuela, las cosas parecían geniales... hasta una noche cuando algo en nuestra conversación fue diferente. Le pregunté si había algún problema, y me dijo que no sentía lo mismo por mí que antes del campamento.

Me sentí desolada. Lloraba como nunca había llorado antes. No entendía por qué estaba rompiendo conmigo.

Él me pidió que nos distanciáramos un poco para pensar en la relación, y yo respeté sus deseos y lo dejé en paz. Traté de orar todos los días, y cada mañana mi mamá también escogía un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana para que lo leyera porque sabía que me resultaría útil. Sin embargo, yo sentía que nada me estaba ayudando. Un par de semanas más tarde, terminamos definitivamente.

Durante un tiempo, parecía que yo andaba bien, gracias al apoyo de mis amigos. Pero entonces comencé a llorar de nuevo todos los días porque no entendía qué había pasado o cómo seguir adelante. Sólo quería que todo el llanto, toda la confusión, toda esa situación ya se terminara. Decidí que era un buen momento para ir a ver al maestro de mi clase de Biblia en la escuela para Científicos Cristianos a la que asisto. Un día, después de la clase, le expliqué toda la historia y cuando terminé me preguntó: “¿Conoces la definición de Getsemaní de Mary Baker Eddy?”.

Lo miré con lágrimas en los ojos y negué con la cabeza. Me puso en las manos un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, que había abierto en la página 586, y leí en voz alta: “Getsemaní. Congoja paciente; lo humano cediendo ante lo divino; amor que no es correspondido, pero que sigue siendo amor”. Esta definición brinda una perspectiva espiritual al jardín de Getsemaní, donde, la noche antes de la crucifixión, Jesús oró —completamente solo— después de que sus discípulos lo abandonaran al quedarse dormidos.

Después de leer la definición, mi maestro dijo: “Este es tu Getsemaní. Quizás sientas que pusiste todo tu corazón en esta relación y la están derribando, pero puedes seguir amando”.

A pesar de que sabía que mi experiencia no se parecía en nada a lo que Jesús pasó, mis lágrimas se secaron a medida que empecé a entender el significado espiritual de Getsemaní. Me di cuenta de que no necesitaba estar en una relación con mi ex-novio para amarlo. Podía amarlo espiritualmente, y verlo de esa manera, como el hijo perfecto de Dios que él es. Y yo también podía verme así, y expresar eso. No tenía que recurrir al odio y hablar mal de él. Esta era una oportunidad para amar, a pesar de todo.

Más tarde ese día, mi maestro me envió una nota con otro pensamiento de Ciencia y Salud: “El afecto humano no es prodigado en vano, aunque no sea correspondido. El amor enriquece la naturaleza, engrandeciéndola, purificándola y elevándola. Las ráfagas invernales de la tierra pueden desarraigar las flores del afecto, y dispersarlas a los vientos; pero esta ruptura de lazos carnales sirve para unir más estrechamente el pensamiento con Dios, porque el Amor apoya el corazón que lucha hasta que cesa de suspirar por el mundo y empieza a desplegar sus alas hacia el cielo” (pág. 57).

Cuanto más leo este pasaje, más llego a ver que incluso cuando las cosas parecen estar derrumbándose, el Amor, que significa Dios, siempre me está reconfortando. Vi que no podía ser herida por la ruptura, y que mi corazón podía avanzar y tener un sentimiento de “cielo”, o paz.

Durante las próximas semanas, pude sentir que mis pensamientos estaban en un lugar completamente diferente. Me di cuenta de que tras la ruptura de la relación no tenía que odiarlo; yo reflejaba el amor de Dios y nada podía impedirme expresarlo.

Recientemente, hice un viaje a Israel con un grupo de compañeros de clase, incluido mi ex novio. Visitamos el verdadero jardín de Getsemaní un día, y esa noche, los dos hablamos y aclaramos todo. Ahora, somos buenos amigos, y estoy muy agradecida por todo lo que esta curación me enseñó sobre cómo amar.

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