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Para jóvenes

Encuentra luz en los momentos más oscuros

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 17 de febrero de 2020


No era una sola cosa; era todo. Me sentía abrumada por la pila de proyectos pendientes que tenía. Estaba preocupada por muchísimas de las cosas que estaban ocurriendo en el mundo. Fue entonces, que tarde una noche, recibí el mensaje de que alguien a quien quería mucho estaba en serias dificultades y pensaba suicidarse. Pensé detenidamente en ese pensamiento tan oscuro, y me di cuenta de que era una buena representación de cuán oscura parecía ser la vida en aquel momento.

Pero ¿es así? De pronto me vino este tierno pensamiento y atravesó la pesadez y el pesimismo.

Es increíble como una pregunta tan sencilla puede hacer que mires en una dirección totalmente nueva; en este caso, hacia la luz en lugar de la oscuridad. Y ese simple cambio de dirección puede apartarnos muy naturalmente del temor y la desesperación, hacia la esperanza, la expectativa y la curación.

¿Qué tipo de luz podría yo haber encontrado en un momento como ese? Las palabras para definirla vienen de mi estudio de la Ciencia Cristiana, que la caracterizarían como la luz de la Verdad, o Dios, el creador totalmente bueno que nos hizo, nos mantiene y nos ama a todos. La Verdad divina pone al descubierto, expone, ilumina, tanto como la luz. Y puesto que Dios es completamente bueno, nada que sea oscuro, pesado o inútil pertenece a la creación de Dios. La oscuridad y la desesperación son una percepción errada de las cosas; un punto de vista limitado y falso que se desvanece a medida que permitimos que entre esa luz de la Verdad.

La Verdad, por ser cierta, siempre nos muestra lo que es real. Revela soluciones donde parece haber problemas. Nos consuela con la promesa de que Dios, el Amor, está presente donde parece haber temor o dolor. Podríamos decir que, así como la luz ilumina los tenues contornos de los objetos en un cuarto oscuro, y muestra lo que son en realidad, la Verdad saca a la luz lo que somos verdaderamente como hijos de Dios: espirituales, íntegros, a salvo y muy amados.

Otro aspecto genial de esa luz de la Verdad es que tiene todo el poder. La oscuridad no tiene poder alguno; no puede apagar la luz. Pero la luz, debido a su naturaleza misma, excluye la oscuridad. La oscuridad no puede abrirse paso para entrar, ni siquiera para esconderse en un rincón. No puede ocupar el mismo espacio donde está la luz; la presencia de la luz la elimina. Y ninguna opinión oscura o errada acerca de mi amiga, mi trabajo o el mundo podría compartir el espacio mental con la luz que iluminó mi pensamiento en aquel momento.

Externamente, nada había cambiado. Pero internamente, todo lo había hecho. Fue como si estuviera viendo todas las cosas a través de la lente de la Verdad, iluminada por la luz en lugar de estar envuelta en la oscuridad. Y partiendo de esa base, comencé a encontrar tracción para mis oraciones y a moverme con la expectativa de encontrar soluciones y curación. Esta luz hasta tocó a mi amiga; cuando se comunicó conmigo a la mañana siguiente, su actitud había cambiado por completo, y se sentía estable y llena de esperanza. 

Este incidente no ocurrió en Navidad, pero ¿no es esto de lo que se trata la Navidad: el amanecer de una luz brillante que revela que el reino de los cielos está aquí mismo con nosotros, y resuelve los problemas, grandes y pequeños? El nacimiento de Cristo Jesús marcó el advenimiento de este mensaje de la Verdad para todo el mundo. Pero el Cristo —el poder sanador que él ejemplificó y personificó— es para todas las épocas. “No tiene principio de años ni fin de días”, como dice Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras (pág. 333). Esto significa que está siempre presente para iluminar los lugares más oscuros de nuestra vida. Está siempre aquí para iluminar nuestra consciencia con las perspectivas santas y verdaderas del universo de Dios, y qué significan estos puntos de vista para nosotros.

Todavía tengo momentos en que la “noche” de un problema parece ser larga y densa la oscuridad. Tal vez a ti también te ocurra la mismo. Sin embargo, ahora lo que sé con más convicción es que la promesa de la Navidad realmente es para cada día, en todo momento. Como dice un villancico, “La oscura noche amanece, la gloria se manifiesta” (Phillips Brooks, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 222, según versión en inglés). Y la luz de saber que estamos a salvo —y seguros— nos envuelve. 

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