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Para jóvenes

Es bueno ser diferente

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 5 de septiembre de 2017

Publicado originalmente en el sitio web jsh-online.com el 14 de abril de 2017.


“¿Estás ebria?”

Mi amiga me miraba con curiosidad bajo el centelleo de las luces, mientras yo sacudía la cabeza y seguía bailando.

“¡Estoy intoxicada por la vida, no por drogas!” Grité por encima de la música.

Ella se rió, y luego revoleó los ojos. “¡Claro que sí!” me dijo. Pero su expresión era un poco rara: Se veía decepcionada… y aliviada a la vez.

Desilusión, así como también incredulidad, fastidio y clara hostilidad, fue lo que encontré en abundancia cuando estaba en la universidad. También le caía bien a la gente y hacía amigos muy pronto. Pero había algo que me diferenciaba: yo no bebía alcohol. Así que para mis compañeros era una puritana; algunos incluso pensaban que me habían lavado el cerebro. Tal vez la evaluación más generalizada era que yo era “diferente”.

La mayoría bebía para divertirse. ¿Por qué yo no lo hacía?

Tuve muchas conversaciones sobre “por qué” era así. Aunque en mi universidad no se bebía tanto y había muy pocas fiestas, sí se bebía alcohol y eso se consideraba socialmente aceptable. Además, la mayoría de la gente no bebía en exceso, sólo para divertirse. Así que, ¿por qué yo no participaba?

Al principio, daba las explicaciones comunes. Le decía a la gente que no me gustaba el sabor. Les decía que no me gustaba sentir que no tenía el control de las cosas. Pero cuando realmente me presionaban, era sincera: No bebía porque sentía que había encontrado algo mejor.

En algún punto, empecé a comentar que era Científica Cristiana, o aquellos que ya sabían a qué iglesia asistía hicieron la conexión entre eso y lo que pensaba sobre la bebida. Pero la cosa era que yo no pensaba que la Ciencia Cristiana tuviera una “restricción” sobre el alcohol. Había asistido a la Escuela Dominical toda mi vida, y lo que había descubierto era que en realidad la Ciencia Cristiana me había dado libertad.

Una de esas libertades era percibir que mi identidad fue creada por Dios, lo que significaba que me sentía segura de la manera como Dios me hizo. Sabía que esta identidad espiritual no consistía en tener una personalidad atractiva, sino en reflejar las infinitas cualidades de Dios en toda situación. Las mismas incluyen vitalidad y alegría, así como fortaleza, serenidad y claridad.

Algunas personas decían que yo tenía mucha confianza en mí misma, pero pienso que se trataba más bien de que lo que había aprendido al estudiar la Ciencia Cristiana me daba confianza en Dios, la confianza de que en toda situación Dios me estaba dando exactamente lo que necesitaba para contribuir de una forma significativa y vivir con valentía, y compartir el amor de Ella con todo aquel con quien me encontraba.

Descubrí que la Ciencia Cristiana me dio libertad: la libertad de ser como Dios me creó.

Así que, en vez de sentirme excluida cuando los demás bebían, me sentía totalmente incluida, cómoda al conocer la identidad que Dios me ha dado, y al ser testigo, así mismo, de la identidad de todos los demás. Después de un tiempo, en vez de tratarme con hostilidad, empecé a notar que la gente aceptaba mis decisiones, a veces incluso con alivio. Parecía que debido al hecho de ser “diferente”, abrí la puerta para que otros también fueran diferentes, y eso podía significar abstenerse del alcohol, hablar acerca de sus propias creencias, o ser ellos mismos sin que los juzgaran. Incluso a veces llevó a que habláramos acerca de Dios y la espiritualidad.

“Yo sabía que había algo diferente en ti”, me dijo una de las chicas de primer año de facultad cuando yo era Asesora Residente. “Es por eso que traigo a todos mis amigos a hablar contigo, porque hay algo en ti que ayuda a la gente”.

Para entonces, yo ya estaba acostumbrada a que me llamaran “diferente”, pero cuando ella lo dijo, adquirió un significado distinto. Resulta que ser “diferente” es algo bueno. Ser “diferente” puede sanar.

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