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La familia y las épocas festivas

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 6 de noviembre de 2017


Se acercan las fiestas; época para reunirse con la familia... o eso dicen. Pero ¿qué sucede si sentimos como si no tuviéramos familia? ¿O parecería que tenemos “demasiada” familia, que causa estrés o desarmonía? ¿Y que pasa si no nos llevamos bien con nuestros familiares? ¿Entonces qué hacemos?

He encontrado que una forma útil de verlo es pensar más profundamente en que el concepto de familia no está limitado a la definición común de un grupo de mortales relacionados por la sangre o el matrimonio, sino como la unión maravillosamente armoniosa de nuestro divino Padre-Madre Dios y todos nosotros: Sus muy amados hijos espirituales. Piénsalo: Todos tenemos un Padre amoroso que cuida de nosotros, nos brinda lo que necesitamos y nos guía. Y puesto que todos tenemos un Padre divino, todos somos hermanos y hermanas en la única familia amorosa, armoniosa y universal del hombre. Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Hombre es el nombre de familia para todas las ideas, los hijos y las hijas de Dios” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 515).

Cristo Jesús ciertamente tenía un sentido espiritual de familia, expansivo e inclusivo, que comenzaba con Dios y se extendía al hombre. Jesús a menudo se refería a Dios como su Padre, y el nuestro. Por ejemplo, el Padre Nuestro que él nos dio comienza con las palabras “Padre nuestro” (Mateo 6: 9). En otra ocasión, Jesús dijo: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 12:48-50).

Cuando Jesús estaba en la cruz, miró a su madre que estaba allí junto a Juan y le dijo: “Mujer, he ahí tu hijo”. Entonces miró al discípulo y dijo: “He ahí tu madre”. Juan la llevó a su casa después de eso (véase Juan 19:25-27). Esto fue una santa e inclusiva demostración de familia.

A medida que espiritualizamos nuestro sentido de familia y abrimos nuestros corazones a los que nos rodean, encontramos ese sentido de familia dondequiera que estemos, incluso entre personas que aún no hemos conocido. El amor y la cercanía que representa la familia no pueden ser limitados de ninguna manera o por ninguna circunstancia. La familia no puede ser pequeña cuando amamos mucho, cuando estamos sintiendo y expresando el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros.

He encontrado que dondequiera que haya vivido, orar con estas ideas ha profundizado mi experiencia de “familia”. Cuando he necesitado el abrazo afectuoso de una madre, el sólido consejo de un padre, el compañerismo de una hermana, la solidaridad de un hermano, el vínculo estrecho de una hija o la ayuda de un hijo, alguien siempre ha estado allí para apoyarme. En mi vida han habido muchas madres preciosas, padres amados, hermanas cercanas, hermanos de confianza y amorosos hijos e hijas, la mayoría de los cuales no eran “parientes” en el sentido tradicional, pero todos satisficieron la necesidad de amor y familia cuando se manifestó.

Por ejemplo, poco después de graduarme de la universidad, fui a trabajar a un país lejos de mi casa. Las costumbres y tradiciones allí eran muy diferentes de las que estaba acostumbrada. Y cuando se acercaba el día de Acción de Gracias, me sentí sola, puesto que nadie había oído hablar de esta fiesta. Oré para saber que no podía estar separada del amor que proviene de Dios y de la alegría de la familia, y le agradecí a Dios por todas las bendiciones en mi vida. Llegué a entender que las cualidades de familia que buscaba —como amor, calidez, cuidado y felicidad— eran espirituales, y por eso nunca estaba lejos de ellas.

Resultó que unos misioneros estadounidenses vivían en esa misma ciudad. Uno de ellos se comunicó conmigo un par de días antes, y me preguntó si me gustaría ir a comer y expresar gratitud a Dios con ellos el Día de Acción de Gracias. Por supuesto, acepté con mucho gusto. Fue un día espléndido, y sentí un genuino sentido de familia en el amor espiritual, el compañerismo, el cariño y la generosidad que compartimos juntos ese día. Fue un día de Acción de Gracias en familia que nunca olvidaré.

Ninguno de nosotros está realmente sin familia, porque nuestro divino Padre-Madre Dios siempre nos está mostrando la presencia de Su amor que lo incluye todo, dondequiera que estemos, todo el tiempo.

¿Qué pasa si tenemos una familia muy grande, pero parecen un poco antipáticos, o las reuniones familiares no son armoniosas?

Pues bien, me gusta pensar en el joven José, cuyo padre le había dado un hermoso abrigo de muchos colores. Podríamos decir que José tenía demasiada familia, ya que a veces parecía disfuncional y destructiva (véase Génesis 37-45).

La familia de José era muy grande con muchos hermanos, hermanastros, parientes y una complicada dinámica familiar. Jacob, el padre, incluso mostró favoritismo hacia un hijo, José. Naturalmente, los demás no compartían ese sentimiento. Había discusiones, envidias y celos. Los hermanastros de José terminaron por tramar su muerte. José estuvo alejado de su familia durante muchos años.

Sin embargo, durante este período, José permaneció cerca de Dios, y “Jehová estaba con él”. Actuó como Dios lo guió, lo que le permitió interpretar sueños, protegiendo a los egipcios del hambre. Expresó gracia, mansedumbre, paciencia, sabiduría y tolerancia. El resultado final fue la reunificación completa y duradera con su familia.

A medida que nos elevemos por encima de un limitado sentido mortal de familia, a la comprensión espiritual de familia como la unidad inseparable y alegre de nuestro amado Padre-Madre Dios y de Sus hijos espirituales, encontraremos que tenemos justo la familia que necesitamos y que es cada vez más feliz, armoniosa y útil. La base espiritual para esto no es sólo un mero deseo; es un hecho espiritualmente científico: “Con un único Padre, o sea, Dios, todos en la familia humana serían hermanos; y con una única Mente, y siendo esa Dios, o el bien, la hermandad del hombre consistiría en Amor y Verdad, y tendría la unidad del Principio y el poder espiritual que constituyen la Ciencia divina” (Ciencia y Salud, págs. 469-470).

Todos podemos nutrir este sentido de familia durante las fiestas, dondequiera que estemos y con quienquiera que estemos, y disfrutar de un tiempo espiritualmente glorioso de amar mejor a Dios y al hombre; de regocijarnos en la paz y alegría de nuestra relación compartida y eterna con Dios y con nuestros semejantes; y de sentir las bendiciones de Dios y de nuestra familia universal.

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