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La manera de liberarse del temor

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 30 de abril de 2020


La Biblia contiene muchas declaraciones reconfortantes que revelan la omnipresencia de Dios y Su capacidad para consolarnos, guiarnos y protegernos. Estas declaraciones, comprendidas a la luz de la Ciencia Cristiana, pueden ayudarnos a calmar el temor y dominar sus sugestiones.

Josué les dijo a los israelitas: “¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (Josué 1:9, LBLA). E Isaías escuchó la Palabra de Dios: “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia… Porque yo soy el Señor tu Dios, que sostiene tu diestra, que te dice: ‘No temas, yo te ayudaré’” (Isaías 41:10, 13, LBLA).

El temor nos priva de la tranquilidad. El temor es una cualidad negativa que insinúa que el bien no está presente y que el mal tiene el poder de destruir. Cuando el miedo ocupa la consciencia, se manifiesta en enfermedad, discordancia, oportunidades perdidas, escasez y cosas por el estilo. Pero la Ciencia Cristiana revela que el temor realmente es nada. La Sra. Eddy dice: “El temor es una creencia de que hay sensación en la materia: esta creencia no está ni sostenida por la Ciencia ni apoyada por los hechos, y existe sólo como fábula” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 93). 

Cuando eliminamos el temor de la consciencia, obtenemos nuestro dominio sobre el mismo y las situaciones que produce. Según parece, las situaciones producen el temor. Sin embargo, cuando analizamos nuestra experiencia correctamente y vemos que es siempre la objetivación de nuestra propia manera de pensar, nos damos cuenta de que es el miedo en la consciencia lo que produce la situación, no viceversa. Por lo tanto, el temor es una cualidad falsa de la mente mortal ante la que siempre debemos estar alerta y negarle un lugar en la consciencia.

La demostración de liberarnos del temor se produce poco a poco a medida que avanzamos espiritualmente. El temor está estrechamente relacionado con la creencia en la realidad de la existencia material. Proporcionalmente, a medida que logramos separarnos de la creencia de vida en la materia, logramos eliminar el temor de la consciencia. 

Tenemos que esforzarnos persistentemente por obtener un concepto más claro de que la vida es totalmente espiritual y buena, sin ningún elemento de temor. Yo di un gran paso de progreso al superar el temor cuando me di cuenta de que en lugar de tratar de liberarme del miedo como si fuera una realidad, debía comprender que en verdad no había temor alguno que superar. El hombre, hecho a imagen de Dios, el Amor divino, refleja solo el bien. Por lo tanto, no conoce ni experimenta temor de ninguna forma. En la medida en que persistí en pensar de esta manera, el concepto de que el hombre espiritual no tiene temor se volvió más claro en mi pensamiento, y ya no estuve consciente del persistente sentido de temor.

¿Qué podemos decir del temor repentino? ¿Cómo manejamos esto? ¿Cómo nos liberamos del temor abrumador que podría mesmerizarnos cuando se produce un accidente o una enfermedad repentina o un peligro inminente?

Puesto que la base del temor es la creencia de que Dios no está presente, obviamente, la forma de silenciar el temor es saber que Él está presente. Al razonar partiendo de la comprensión de Dios que obtenemos en la Ciencia Cristiana, podemos encontrar la tranquilidad que necesitamos. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Es nuestra ignorancia de Dios, el Principio divino, lo que produce la aparente discordancia, y el entendimiento correcto de Él restaura la armonía” (pág. 390). 

Si comprendemos claramente que Dios está siempre presente, llena todo el espacio, que es el Amor divino, todo el bien, que Él está allí mismo donde parece haber un desastre o enfermedad, podemos eliminar el miedo instantáneamente y comprobar entonces que la situación cambia.

Hay otras ocasiones en que el temor parece haber impresionado más fuertemente a la mente mortal, y no desaparece de nuestra consciencia de inmediato. En esos momentos tenemos que continuar declarando la totalidad y omnipresencia de Dios, y Su completo control de todo lo que Él ha creado, hasta que nos sentimos firmemente convencidos de que no hay ningún mal presente y, por lo tanto, nada que cause temor.

A veces es útil preguntarnos: ¿Sé realmente que Dios está aquí mismo donde yo estoy? ¿Comprendo que Dios es el bien infinito y que Su bondad llena todo el espacio? ¿Creo que hay algo más aparte de Dios? ¿Creo que el mal es real, o sé que Dios es Todo? 

Después de responder a estas u otras preguntas similares de manera satisfactoria y convincente, podemos terminar diciendo con certeza: “No hay nada que temer”. Cristo Jesús dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino (Lucas 12:32).

A medida que reconocemos la amorosa presencia e infinito cuidado de Dios, podemos liberarnos del temor y hallar que el cielo y la tranquilidad están al alcance de la mano.

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