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Original Web

Para jóvenes

Mejor que la escuela de tus sueños

Del número de marzo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 2 de diciembre de 2019 como original para la Web.


El proceso de solicitud para ingresar a la universidad realmente me intimidaba. Si bien había trabajado mucho en el bachillerato, presentar mi solicitud en las universidades aún era para mí como poner mi nombre en un sombrero y cruzar los dedos para que, mágicamente, me eligieran.

Cuando llegó la primavera, comencé a recibir las respuestas de las universidades a las que había escrito, pero una tras otra las cartas eran lo mismo: un rechazo. Me sentía confundida y frustrada porque —en el papel— yo estaba calificada para entrar en casi todas esas universidades. Pero eso parecía que no importaba.

Consternada, me volví a Dios en oración como había hecho tantas veces antes cuando necesitaba ayuda. Quería sentir la guía de Dios y sabía que definitivamente había un lugar para mí y que Dios me guiaría a dondequiera que necesitara estar.

Para comenzar, saqué mi teléfono y abrí Concord, un programa en línea que te permite hacer búsquedas en la Biblia y en los escritos de Mary Baker Eddy, entre ellos, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Busqué la palabra paciencia porque quería liberarme de la creciente preocupación que trataba de abrumarme. Se suponía que esta debía ser una etapa emocionante de mi vida, pero me costaba sentirme tranquila, expectante y paciente cuando parecía que todo estaba fuera de mi control. 

En mi búsqueda, me encontré con este pasaje de Ciencia y Salud: “Cuando esperamos pacientemente en Dios y buscamos con rectitud la Verdad, Él endereza nuestra vereda” (pág. 254). Esto me ayudó a sentir menos miedo, porque sabía que como Dios es mi Padre-Madre, Él siempre me da lo que necesito; así como cualquier buen progenitor le brinda lo necesario a su hijo. Oré para comprender más claramente que el lugar que Dios había determinado para mí ya estaba establecido, y que yo podía ver este hecho espiritual expresado de forma práctica en mi vida. Sabía que la universidad correcta sería tanto una bendición para mí como yo podía serlo para ella.

Durante esa época, visité una universidad a la que no había estado considerando seriamente. Me sorprendí al ver que realmente me gustaba. La gente allí me hacía sentir muy cómoda, aunque estaba a más de tres mil doscientos kilómetros de mi hogar. Y pude ver que había muchas cosas positivas si estudiaba allí.

Cuando volví a casa, tuve la intuición de que esa era la universidad para mí. Sentí esa callada y subyacente certeza de que cuidaban de mí. Fue casi como si la decisión estuviera fuera de mis manos. Sin embargo, al principio dejé de lado esos sentimientos porque pensaba que mi propio plan de asistir a una escuela famosa era mejor.

Ese es otro aspecto intimidante respecto al proceso de admisiones a la universidad: Es muy difícil tomar una decisión basada en el nombre de la escuela, en sus programas y ubicación, o en si tus amigos van a asistir a ella. Yo luchaba con querer ciertas cosas en una universidad, pero en el fondo sabía que tomar una decisión basada en estos factores a la larga realmente no me harían sentir contenta. Sabía que quería asistir a una universidad donde pudiera contribuir en lugar de simplemente concentrarme en mí misma y en lo que estaba obteniendo de esa experiencia.

Caí en la cuenta de que Dios me había estado guiando todo el tiempo, pero yo había estado tan ocupada tratando obstinadamente de que mi plan se cumpliera, que me había sentido decepcionada y rechazada en lugar de agradecida. Al volver a reflexionar sobre las cartas de algunas de las universidades de mis sueños, de pronto me di cuenta de que lo que había parecido ser una desilusión en realidad era un regalo.

Comprender esto rompió la obsesión respecto a la universidad donde yo no podía ir y me hizo receptiva a considerar seriamente asistir a la que había visitado y que me encantaba. Después de esto, fue fácil tomar la decisión de ir a un lugar donde me sentía tan cómoda.

Estoy muy feliz de haber terminado donde lo hice, y he sido bendecida al tener muchas oportunidades de retribuir algo al campus. Sin embargo, me siento aún más agradecida por haber aprendido que puedo discernir la guía y la dirección de Dios, y confiar y actuar conforme a ellas.

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