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Para jóvenes

No tenía que perdérmelo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 5 de julio de 2017

Publicado originalmente en jsh-online.com/teenconnect, el 10 de mayo de 2017


Imagínate caminando por la selva de Costa Rica. El aire es denso debido a la humedad y lleno de sonidos de insectos y pájaros. Ahí es donde yo estaba en octavo grado, divirtiéndome con mis amigos en un bosque exótico, en un viaje de la escuela.

Pero entonces, a mitad del viaje, empecé a sentirme enfermo, y no podía comer o siquiera mirar mi comida. Decidí volver a la habitación del hotel en vez de quedarme en el restaurante donde estábamos. Cuando me fui, no pude evitar sentirme enojado porque me estaba perdiendo esta oportunidad única en la vida. Me sentía débil, sin esperanza, y en general sentía lástima de mí mismo.

Aunque no recuerdo haberme quedado dormido, debo haberlo hecho, porque lo siguiente que recuerdo es despertarme y ver a mis amigos sentados en el extremo de mi cama. Viajaba con un grupo de Científicos Cristianos, y ellos habían traído una copia de la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, y me la estaban leyendo. Me sentí muy tranquilo y bien atendido, y tan feliz de que mis amigos estuvieran allí apoyándome. Me sentí rodeado de amor.

Me di cuenta de que necesitaba comenzar a orar activamente por mí mismo para sentir la bondad de Dios, y para entender mejor mi ser como Dios realmente me hizo. Yo había sido sanado antes al orar de esta manera.

Empecé pensando en el Padre Nuestro, que se encuentra en el Sermón del Monte en la Biblia (véase Mateo 6: 9-13). Esta oración siempre me ha reconfortado, y mientras oraba con ella, me vino aún más inspiración al pensamiento. También me acordé de que a mi mamá le gusta recordarme que como Dios es bueno, cuando expresamos el bien, nos sentimos cerca de Dios. Sabía que había estado expresando gracia y obediencia durante todo el viaje, así que podía esperar sentir la presencia de la bondad de Dios, en lugar de la enfermedad. Con este pensamiento, me di cuenta de que podía comer un poco y participar en las actividades el resto del día.

A la mañana siguiente, teníamos programado hacer una caminata por el bosque tropical. Al principio, estaba entusiasmado de ir. Pero entonces pensé que sería imposible, ya que no había comido mucho en las últimas 48 horas y no estaba del todo bien. Me sentí decepcionado otra vez con la idea de perder una fantástica oportunidad.

Le dije a mi maestra lo que estaba pensando, y ella me aseguró que muchos me estaban apoyando. Me mostró el texto de una practicista de la Ciencia Cristiana, que había estado orando por toda nuestra clase durante el viaje. Esta practicista sabía que no me sentía bien y me había enviado el himno 139 del Himnario de la Ciencia Cristiana, para que lo leyera. La primera estrofa dice:

Andando voy con el Amor
y es día santo el día de hoy; 
ya nada puedo yo temer, 
pues cerca siento a mi Señor;
de puro gozo lleno estoy.
¡Con el Amor andando voy! 

(Minny M. H. Ayers, trad. adapt. del original en inglés © CSBD)

Este himno me ayudó a ver que nada puede quitarnos la alegría y la fuerza que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. Por ser Su creación espiritual, tenemos el derecho divino de expresar todas las cualidades de Dios a cada momento. Durante toda la caminata, canté este himno para mí, y no sólo me sentí lo suficientemente fuerte como para caminar todo el sendero, sino que también pude comer el almuerzo ese día. Muy pronto había sanado por completo, y pude divertirme mucho con mis amigos durante el resto del viaje.

Esta experiencia me enseñó que Dios está con nosotros dondequiera que estemos y que cada uno de nosotros puede conocer y sentir la alegre presencia de Dios en cualquier lugar.

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