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Nuestra parte en reducir la política tóxica

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 23 de septiembre de 2019


Ciertamente, cuando se trata de las conversaciones sobre política alrededor del mundo, estos parecen ser tiempos tóxicos; desde los interminables argumentos en el Reino Unido entre los que están a favor del Brexit (quienes desean abandonar la Unión Europea) y aquellos que desean permanecer en ella, a las feroces divisiones sobre quién es el presidente legítimo de Venezuela, hasta los polarizados puntos de vista sobre el camino a seguir entre los principales partidos en los Estados Unidos.

A menudo parece como si sentir o enfrentar la furia es el precio que tenemos que pagar si queremos mantenernos informados y participar. De modo que tal vez nos preguntemos: “¿Cómo puedo mantener a raya la ira mientras me intereso por los temas importantes?”.

Para mí, el primer paso ha sido preguntarme cómo percibo a aquellos que se mantienen firmes en las posiciones con las cuales estoy en desacuerdo. A este respecto, un comentario que hizo la embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas al renunciar a su puesto invita a la reflexión. Al dirigirse a los presentes en una cena de beneficencia en la ciudad de Nueva York, Nikki Haley dijo: “En nuestra tóxica vida política, he escuchado a algunas personas de ambos partidos describir a sus opositores como enemigos o como el mal… Aquí en casa tenemos algunas serias diferencias políticas. Pero nuestros opositores no son el mal, son simplemente nuestros opositores” (CNN.com, “Nikki Haley: ‘Our opponents are not evil, they’re just our opponents’”, October 19, 2018). 

Para llevar más allá esta línea de razonamiento: Existe una subyacente percepción espiritual de los demás que hace que para nosotros sea imposible ver a alguien, incluso a cualquier político, como un enemigo genuino. Esta percepción es que cualesquiera sean las cualidades negativas que quizás asociemos con ellos, las mismas no son inalterables ni tampoco forman parte de lo que ellos son realmente. Es un hecho espiritual que todo individuo, ya sea que lo conozcamos personalmente o a través de los medios de comunicación, es en realidad espiritual y creado por Dios, la fuente de todo el bien. Todos somos creados para expresar la naturaleza divina; como el mismísimo reflejo espiritual de Dios.

Puesto que el hombre, por ser el reflejo espiritual de Dios, es lo que verdaderamente existe, todo lo que no ejemplifica esta identidad, incluso en aquellos que podríamos ser tentados a temer u odiar, no es lo que realmente son como hijos e hijas de Dios. Así mismo, toda opinión que podamos tener de nosotros mismos, como la tendencia a ser provocados, irritados o incluso a llenarnos de odio hacia otra persona, tampoco es una percepción precisa de lo que realmente somos.

 Esto no quiere decir que debemos ignorar, tolerar o resignarnos al comportamiento errado. Significa que desafiamos el temor a estar sujetos a sucesos fuera de nuestro control, como es el sutil rumor de lo que podría llamarse el agente más engañoso de todos: la mentalidad que percibe que la vida y la mente son materiales e inevitablemente propensos tanto al mal como al bien.

 La Biblia llama a esta mentalidad la mente carnal (KJV), y toda insinuación de que el mal es más poderoso que el bien tiene que “revertirse” porque las Escrituras nos aseguran que “vio Dios todo lo que había hecho y he aquí era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). En lugar de aceptar la opinión falsa de la mente carnal, podemos orar para ver la presencia y el poder continuos del bien que Dios siempre contempla. Al hacerlo, comenzamos a discernir que el mal realmente no tiene el poder que parecería tener.

Comprendí esto al lidiar con alguien cuyas acciones me angustiaban de tal manera, que verlas como la creación de Dios —hechas para glorificar la bondad de la Deidad—parecía demasiado difícil. Pero persistí en orar basado en una observación fundamental respecto a Cristo Jesús en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales” (págs. 476-477).

A través de su extraordinario registro de curaciones, tanto de la enfermedad como del pecado en otros, Jesús probó el bien que puede lograrse al aferrarse al verdadero punto de vista acerca de nuestros semejantes, hombres y mujeres, como expresiones de Dios. Al esforzarme humildemente por hacer esto, mi temor y resentimiento contra este hombre que me había agraviado finalmente disminuyó y la situación se resolvió muy pronto.

¿No es este otro enfoque que podemos adoptar también en el ámbito político? En lugar de ser atraídos hacia la tóxica atmósfera mental de odiar a un candidato cuyas palabras y acciones nos tientan a reaccionar de esa forma, podemos ayudar a sanarla. Podemos hacer una pausa y orar, y en esa oración identificar todo aquello que nos habla de la existencia de un hombre o mujer que no es espiritual, y desafiar nuestra aceptación de esa convicción material y falsa. Hacerlo no significa rehuir las situaciones difíciles. Obtener una perspectiva más espiritual disipa el temor al despertar nuestro pensamiento para que seamos testigos del bien que ya está a nuestro alcance, y tener la confianza de que siempre lo estará. Nos ayuda a sostener el equilibrio y el aplomo mentales por medio de los cuales podemos orar con inspiración para apoyar la emergencia de ideas que respondan a las necesidades de la humanidad. Y además afianza el valor necesario para realizar cualquier acción práctica que nos sintamos divinamente inspirados a realizar.

Ya sea que apoyemos al candidato ganador o al perdedor en cualquier elección (dondequiera que nos encontremos en el mundo y sin importar cuánto parezca estar en juego), podemos persistir en nuestro compromiso de percibir el punto de vista espiritual acerca de uno y de todos. De esta manera, nuestras palabras y acciones mismas estarán a favor de la ejemplificación de la ley del bien de Dios y se convertirán en un voto en contra de la diseminación de la división, el odio y el temor.

Tony Lobl
Redactor Adjunto

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