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Para jóvenes

Por qué me encanta la Escuela Dominical

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 3 de septiembre de 2018


Comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando tenía dos años y medio. Allí aprendí acerca de Dios y cómo apoyarme en Dios para sanar. Desde mi niñez, he tenido muchas curaciones al orar y comprender mejor a Dios. Me gustaría contarles algunas de ellas.

Cuando tenía tres años, nuestra familia estaba regresando a casa de la iglesia cuando accidentalmente abrí la puerta del auto mientras estaba todavía en movimiento y me caí en la carretera. Pero cuando el auto se detuvo y mi madre corrió a recogerme, vio que yo estaba perfectamente bien. Ya a esa edad, yo había aprendido que Dios está siempre protegiéndome y cuidando de mí, y supe que esto era verdad.

Lo que he aprendido en la Escuela Dominical también me ha ayudado en mi escuela regular. Por ejemplo, estaba teniendo problemas con una de mis amigas. Siempre que ella estaba presente, me sentía irritada y nos peleábamos. Entonces decidí hablar sobre esto con mi maestra de la Escuela Dominical, y ella compartió conmigo este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia” (pág. 63). Hablamos sobre lo que significa esto: que mi amiga y yo no éramos dos personalidades en conflicto, sino las hijas de Dios, y expresábamos Sus hermosas cualidades. Oré con estas ideas. 

Después de eso, siempre que veía a mi amiga, buscaba las cualidades buenas que Dios le había dado, en lugar de enfocarme en sus defectos humanos. También me esforzaba por ser más amorosa al escucharla y tratar de entender su perspectiva de las cosas, en vez de imponerle mis propias opiniones. Con el tiempo, nos hicimos realmente buenas amigas y pudimos comprender los puntos de vista de cada una.

Tuve otra curación después de que mi escuela organizó muchas charlas sobre los ciclos menstruales para todas las estudiantes mujeres. Se suponía que estas charlas debían ayudarnos a entender el desarrollo del cuerpo femenino y qué podíamos esperar durante nuestro período, incluso muchos síntomas negativos. Después de asistir a estas charlas, empecé a experimentar estos síntomas, pero al orar y pedirle a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí, sané por completo y escribí un testimonio sobre mi curación. Lo compartí con algunas de mis compañeras, y me dijeron que después de leer la curación, ellas también empezaron a tener períodos sin dolor.

Más recientemente tuve otra curación. Todo comenzó cuando empecé a perder un poco el cabello, lo que también le había ocurrido a mi hermana mayor. Hablé con una practicista y ella me recordó esta idea de Ciencia y Salud: “El único poder del mal es el de destruirse a sí mismo. Jamás puede destruir ni un ápice del bien” (pág. 186).

Por asistir a la Escuela Dominical, sabía que una idea como esa no era simplemente un pensamiento lindo. Era la verdad. Esta verdad me estaba diciendo que nada malo podía jamás tocarme, porque soy espiritual. Así que todo lo bueno respecto a mí, incluso mi salud y mi belleza, debe ser intocable y estar intacto. Mi temor por el problema desapareció de inmediato, y después de unos días estaba totalmente sana.

Me siento bendecida por ser estudiante de la Escuela Dominical y porque cada semana aprendo más acerca de la verdad práctica de la Ciencia Cristiana, la que está realmente ayudándome en mi vida.

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