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¿Qué debo pensar acerca de mi cuerpo?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 6 de septiembre de 2018


A través de mi experiencia en la práctica pública de la Ciencia Cristiana, he aprendido algunos conceptos fundamentales que considero indispensables para el tratamiento en la Ciencia Cristiana. Por un lado, es muy importante establecer correctamente los hechos de la realidad espiritual desde el comienzo del tratamiento. No solo repetir las palabras correctas, sino establecer con claridad en el pensamiento que el hombre es totalmente espiritual no material. Esto requiere apartarse de las apariencias físicas y contemplar, en cambio, lo que es verdad acerca de la identidad del hombre como semejanza de Dios. Y lo que es cierto es que el hombre refleja el bien ilimitado que caracteriza la naturaleza de Dios.

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, que descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, explica: “La sustancia, la Vida, la inteligencia, la Verdad y el Amor, que constituyen la Deidad, son reflejados por Su creación; y cuando subordinemos el falso testimonio de los sentidos corporales a las realidades de la Ciencia, veremos esta semejanza y reflejo verdaderos en todas partes” (pág. 516). Si creemos que la condición del cuerpo físico constituye el estado verdadero de la salud de un paciente, nuestro trabajo será largo e incluso ineficaz. Ciencia y Salud nos dice: “Un falso sentido de vida, sustancia y mente, oculta las posibilidades divinas y encubre la demostración científica” (pág. 325-326).

Considero que cuando damos un tratamiento en la Ciencia Cristiana, nuestro punto de partida debe ser el hecho científico de que el hombre es espiritual, sano y perfecto ahora. El hombre es el reflejo de Dios, del Espíritu, y, por lo tanto, solo puede incluir aquello que expresa la existencia misma de Dios. Si no está en Dios, no puede estar en Su reflejo. Cuando estás convencido de esto, solo entonces, tienes una base sólida para probar que el hombre no es material y nunca puede ser el medio para la enfermedad o cualquier otro error.

Pero entonces tal vez nos preguntemos: “¿Qué debo pensar respecto a mi cuerpo? ¿Cómo puedo creer que soy enteramente espiritual, inmortal y perfecto, cuando veo y siento este cuerpo imperfecto todos los días? Lo alimento, lo visto, cuido de él. Es la forma como todos me identifican. Mi cuerpo es muy importante para mí. Aunque pudiera, no estoy dispuesto a prescindir de él”.

Así que podrías plantearte: “¿Qué hay de bueno en insistir, como enseña la Ciencia Cristiana, en que el hombre es enteramente espiritual, no material?” Bueno, ¿qué hay de bueno en insistir en los hechos acerca de la forma y rotación de la tierra? Sigue pareciendo que la tierra está perfectamente quieta y es relativamente plana. Pero nosotros sabemos que esa apariencia es una decepción. Para liberarnos del error respecto a la tierra —es decir, que el error no pueda engañarnos—, debemos adherirnos a los hechos científicos. Esto requiere que nos apartemos de la evidencia de los sentidos físicos y actuemos conforme a lo que sabemos que es verdad. El pensamiento y el descubrimiento se han expandido grandemente al tener el punto de vista correcto respecto a la tierra.

Podemos razonar de la misma forma respecto al hombre. El descubrimiento de la Ciencia Cristiana ha sacado a la luz el hecho sorprendente de que el hombre es en realidad el reflejo inmortal de la existencia misma de Dios. Entonces, no se encuentra de ninguna manera en un cuerpo material, porque Dios es Espíritu. Sí, el hombre parece ser mortal y vivir en un cuerpo físico. Pero si creemos que esta apariencia es un hecho, somos engañados por un concepto errado. Y gran multitud de problemas surgen de este punto de vista mortal. Sin embargo, ha sido ampliamente probado que en la medida en que aceptamos los hechos espirituales del hombre, podemos demostrar las infinitas posibilidades que tenemos de liberarnos de los problemas físicos.

No necesitamos prescindir del cuerpo en esta etapa. Ni siquiera queremos hacer algo así. Pero ciertamente sí queremos superar las discordancias que con tanta frecuencia se manifiestan en el cuerpo; y es definitivamente correcto hacerlo. Nuestra tarea es aprender a ejercer dominio sobre el cuerpo, y no permitir que nos domine. Como explica Ciencia y Salud: “En la proporción en que la materia pierde para el sentido humano toda entidad como hombre, en esa proporción el hombre se vuelve su amo” (pág. 369).

Hay algo que debe comprenderse muy claramente. El cuerpo físico no es el hombre real. La materia nunca puede ser el medio para el verdadero ser del hombre. El cuerpo es una manifestación externa de los conceptos mortales. Y estos conceptos son con demasiada frecuencia limitantes debido a la ignorancia de la realidad espiritual.

Cuando declaramos que el cuerpo no es la verdadera identidad del hombre, y que el hombre es totalmente espiritual, lo hacemos para establecer en nuestro pensamiento la percepción correcta de lo que es real. El hombre de la creación de Dios es siempre saludable, armonioso en toda acción. Es mantenido para siempre en un estado perfecto, libre de discordancias de todo tipo. Podemos probar esto mediante la comprensión espiritual, probar que las enfermedades y las discordancias en el cuerpo representan conceptos falsos, errores mentales acerca de las posibilidades y el estado verdaderos del hombre.

S la materia no es el medio para el hombre, ¿por qué debemos preocuparnos por la condición del cuerpo? Porque el cuerpo manifiesta mucho de la percepción que tenemos actualmente de la identidad. Y queremos que el cuerpo esté de acuerdo con la operación del Principio divino ordenado y armonioso que gobierna al hombre.

La siguiente ilustración puede ayudar a comprender esto. Pensemos en una calculadora electrónica. Nos resulta muy útil para hacer cálculos matemáticos. Cuando la usamos esperamos que la respuesta que aparezca en la pantalla esté de acuerdo con las leyes matemáticas. Y lo estará si los números que marcamos en la calculadora son correctos.

Sin embargo, si ponemos la información equivocada, la respuesta que aparecerá no será correcta. Por ejemplo, si quieres saber el producto de 9 x 17, pero por error marcas 9 x 178, obtendrás la respuesta errada. Probablemente sabrás lo suficiente como para darte cuenta al verla que no es correcta. No obstante, si creyeras que el resultado que muestra es correcto, y procedieras como si fuera verdad, sufrirías las consecuencias. Esto no se debe a que la calculadora tenga el poder de imponerte su error, sino que fuiste engañado por creer algo equivocado.

Puedes sacar conclusiones similares acerca del cuerpo. El cuerpo no es el hombre; pero manifiesta lo que creemos que es verdad sobre el hombre. Como la calculadora, es capaz de mostrar “respuestas” correctas o equivocadas. Si mantienes tu pensamiento firmemente en lo que sabes que son los hechos científicos del hombre a semejanza de Dios, el cuerpo manifestará condiciones que están de acuerdo con estos hechos. Por lo tanto, la “respuesta” estará de acuerdo con el Principio divino que gobierna la existencia real del hombre. Pero si, en cambio, guardas creencias erróneas acerca del hombre, no deberías sorprenderte cuando el cuerpo manifieste condiciones que no podrían ser verdad acerca del reflejo de Dios.

Como explica Ciencia y Salud: “Un cuerpo material sólo expresa una mente material y mortal. … Abrazas tu cuerpo en tu pensamiento, y debieras delinear en él pensamientos de salud, no de enfermedad. Debieras expulsar todos los pensamientos de enfermedad y pecado y de otras creencias incluidas en la materia” (pág. 208-209).

Es por eso que es tan importante conocer que el hombre es la idea inmortal de Dios, enteramente espiritual, no material. La idea de Dios es mantenida eternamente porque es Su semejanza perfecta. Esa idea inmortal, el hombre, jamás ha sido transformada en un ser material. No puede ser creado para incluir las características de la mortalidad. Bajo el gobierno de Dios, el hombre es siempre saludable, armonioso y funciona en perfecto orden. Estos son los efectos de la operación del Principio divino que produce y gobierna, es decir Dios. Y esta es la verdad que tenemos que comprender a fin de establecer nuestro bienestar sobre una base segura.

¿Qué sucede cuando el cuerpo tiene alguna discordancia? La llamada mente carnal y mortal es la que está hablando. Su pretensión básica y errónea es que el hombre está separado de Dios; y que su vida, sustancia e inteligencia están incorporadas en la materia. Sobre esa premisa falsa afirma que en el hombre está operando una causa que produce discordancia, y que la falta de armonía en el cuerpo es prueba de su efecto.

Solo cuando creemos en el concepto errado —es decir, aceptamos como verdad lo que el cuerpo nos dice— podemos sufrir alguna consecuencia. Para liberarnos del error, tenemos que hacer lo mismo que haríamos para corregir un resultado errado en la pantalla de la calculadora. Debemos corregir los datos que dieron el resultado equivocado.

¿Cómo hacemos esto? Negándonos a dar realidad a aquello que no es espiritualmente cierto acerca del hombre. En verdad, Dios mantiene al hombre en perfecta unidad con Él mismo, y manifiesta Su inmutable perfección a través de Su reflejo, el hombre. Cuando la apariencia física no se ajusta a este hecho científico, no es el cuerpo lo que necesita corrección. La discordancia en el cuerpo es una manifestación externa del pensamiento mortal. Para eliminar lo que se exterioriza, debe instruirse correctamente a la consciencia humana con lo que es verdad según la revelación que Dios hace de la Ciencia divina. Cuando se corrigen los errores de creencia mediante la comprensión espiritual, esto tiene un efecto correctivo en el cuerpo.

Ciencia y Salud afirma: "La comprensión de que el Ego es la Mente, y de que hay una sola Mente o inteligencia, comienza de inmediato a destruir los errores del sentido mortal y a proporcionar la verdad del sentido inmortal. Esta comprensión hace el cuerpo armonioso; hace de los nervios, los huesos, el cerebro, etc., siervos, en lugar de amos. Si el hombre es gobernado por la ley de la Mente divina, su cuerpo está en sumisión a la Vida, la Verdad y el Amor eternos” (pág. 216).

Entonces, ¿no es acaso obvio que para hacer que el cuerpo sea armonioso debemos elevar nuestra consciencia y hacer que el pensamiento ceda a la verdad de la existencia inmortal; y comprender que ahora y siempre el hombre es la expresión perfecta de la Mente infinita? La Mente divina expresa por siempre su propia existencia infinita en el hombre. Esto significa que la vida del hombre, su sustancia, su inteligencia, su consciencia y su individualidad, son enteramente espirituales y expresan la perfección de la Mente.

Esto es verdad ahora mismo, hoy. Ninguno de los conceptos contrarios que parecen reales para los sentidos mortales, pueden cambiar o interferir con esa realidad. Y todas las creencias falsas universalmente aceptadas acerca del hombre, jamás pueden separarnos de la habilidad de probar que el apoyo infalible y amoroso de Dios está siempre presente para salvarnos de dichos errores. Como escribió el Apóstol Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? … Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. Y luego continúa para decir que nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35, 37, 39).

Esta verdad de que el hombre es inseparable de Dios era esencial en las maravillosas obras sanadoras de Jesús. Él sabía que la Mente divina, Dios, mantiene al hombre intacto en un estado perfecto, y que nada puede separarlo del gobierno de Dios. Puede que el cuerpo de alguien indicara que el hombre estaba tullido, o ciego o incluso muerto. Pero Jesús sabía que esas condiciones eran mentiras —errores de pensamiento— que nunca podían identificarse con la realidad científica del hombre. En el caso del hombre con la mano seca, la Sra. Eddy dice que Jesús: “…no hizo caso cuando provocándole, éstos le insinuaron: ‘Esa mano paralizada parece muy real tanto a la vista como al tacto’; mas él silenció esta vana jactancia y destruyó el orgullo humano al suprimir la evidencia material” (La unidad del bien, pág. 11).

Nosotros podemos hacer lo mismo. En lugar de ver al hombre simplemente como un cuerpo físico, estamos equipados para discernir su identidad como la Ciencia del ser revela que es. Cuando la verdad del hombre y del gobierno perfecto de la Mente actúa en la consciencia humana, esta verdad transforma el pensamiento, y se abandona el error. Cuando esto ocurre, el error ya no puede manifestarse en el cuerpo, y el paciente es sanado.

Si queremos progresar en ejercer dominio sobre el cuerpo, la pregunta principal que debemos considerar es: ¿Qué actúa como causa en el hombre? La respuesta es: No es el cuerpo y no es la mente mortal. Ciencia y Salud dice: "La Mente divina es la única causa o Principio de la existencia. La causa no existe en la materia, en la mente mortal, o en las formas físicas” (pág. 262).

Este es un punto fundamental en el tratamiento de la Ciencia Cristiana. Debemos afirmar el hecho de que Dios, el Principio divino, es la única causa. Y luego saber, realmente estar convencidos, de que el hombre es una manifestación viviente del orden y la armonía que se expresa eternamente mediante el gobierno del Principio divino.

Cuando reconocemos que la falta de armonía en el cuerpo representa un error de creencia, que de ninguna manera puede ser verdad acerca de lo que Dios hace manifestar en el hombre, tenemos una base científica para expulsar el error de creencia. Y hacemos esto cuando comprendemos que la materia nunca es la sustancia del hombre. Más bien, el hombre es enteramente espiritual y solo está gobernado por las leyes de Dios, el Espíritu.

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