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“¿Quién será el mayor?”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 4 de octubre de 2018


¿Te has fijado en que la mayoría de los niños pequeños juegan juntos armoniosamente en una caja de arena o en un parque infantil, pero a veces hay uno que trata de agarrar todos los juguetes o agredir a los demás? Puede que haya muchas opiniones acerca de dónde proviene esta tendencia, pero la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que tiene cierta relación con el deseo de ser el primero. El centro del mundo. La descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, observó: “Dos interrogantes personales motivan la acción humana: ¿Quién ha de ser el mayor? y ¿Quién ha de ser el mejor?” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 268).

Este rasgo puede que comience en los juegos de la niñez, pero de una forma u otra, aparece en el pensamiento de la mayoría de nosotros a medida que maduramos. Justamente el otro día un notable e importante jugador de béisbol de las grandes ligas, dijo que él acostumbraba a tomar drogas que aumentan el rendimiento porque quería ser el mejor jugador del mundo. 

Por supuesto, el deseo de ser el mejor no es nuevo. Por lo menos una vez, los discípulos de Jesús discutieron sobre quién era el mejor entre ellos (véase Marcos 9:33, 34). Y la madre de dos de ellos le pidió a Jesús en una ocasión que les diera un lugar preferencial con él (véase Mateo 20:20, 21).

Los conflictos competitivos al principio pueden quedarse solo en la teoría o incluso ser cordiales. Pero no siempre continúan así. La intensidad va en aumento y la competencia puede volverse desagradable a medida que se cuestionan postulados más profundos. Muchos pensadores serios, como algunos en los campos médicos, teológicos y científicos sienten que el futuro de su reputación personal está en juego cuando los puestos que ocupan o los descubrimientos para los que han estudiado toda su vida, son cuestionados. Desean fuertemente ser los mejores o los más importantes con sus ideas, teorías, descubrimientos, enseñanzas, escritos, fundaciones, fondos institucionales, etc. La Sra. Eddy observó: “La rivalidad en el comercio, el engaño en los concilios, la deshonra en las naciones, la improbidad en los cárteles, comienzan con un ‘¿Quién será el mayor?’” (Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902, pág. 4).

En algún punto en esta escala de competencia ascendente, los deseos egoístas pueden impulsar a la gente a usar medios mentales dañinos para conseguir lo que quiere. Los problemas del parque infantil pueden desembocar en lo que la Sra. Eddy llamaba magnetismo animal y mala práctica mental. Ambos se refieren al uso de prácticas mentales hostiles para establecer nuestra superioridad. La Sra. Eddy observó: "Las formas menos intensas del magnetismo animal están desapareciendo, y sus aspectos agresivos se están dando a conocer. Los telares del crimen, escondidos en los rincones oscuros del pensamiento mortal, están tejiendo a toda hora redes más complicadas y sutiles” (Ciencia y Salud, pág. 102).

La Sra. Eddy sabía muy bien a lo que se refería. Pero ella no era una investigadora ansiosa de la intriga sutil del mal. Probablemente ninguno de nosotros lo es. Es como explorar una caverna poco iluminada habitada por serpientes venenosas. Ella escribió: "No olvidaré jamás lo que me costó investigar, para esta era, los métodos y el poder del error. Si bien el conocimiento de los medios, los arbitrios y la potencia de la Verdad habían fluido a mi consciencia tan fácilmente como amanece el alba y huyen las sombras, el misterio metafísico del error —sus modos, propósitos y frutos ocultos— me desafiaron al comienzo. Yo me decía constantemente: ‘En su consejo no entres’ —pero finalmente emprendí la investigación de acuerdo con el mandato de Dios” (Escritos Misceláneos 18831896, pág. 222–223). 

Hay muchos ejemplos de su experiencia con esta influencia mental maligna ante la cual otros estaban, e incluso algunos siguen estando, tan ciegos, que se burlaron en aquel entonces de la Sra. Eddy y se burlan de los Científicos Cristianos hoy en día, por hablar sobre el tema.

Por ejemplo, hay problemas que se dan dentro de la experiencia que uno tiene en la Iglesia. En la página 44 de Retrospección e Introspección, la Sra. Eddy describe en detalle lo que en una época ocurrió con su Iglesia en Boston, y cómo ella resolvió el problema. Por un breve período, mientras ella estaba a cargo, la Iglesia prosperó. Cuando Dios la llamó para que se encargara de otras responsabilidades y dejó de predicar todos los domingos, los miembros no pudieron mantener el progreso y la armonía. Al analizar la situación, ella se dio cuenta de que la crisis había surgido porque los miembros no se tomaron el tiempo ni hicieron el esfuerzo de proteger sus pensamientos de los elementos mentales en contra, que ella misma había reconocido y neutralizado por medio de la oración. Discutían entre ellos bajo su oculta influencia. No tenían conciencia de lo que ella había visto con tanta claridad como “…la envidia y la vejación de otras iglesias, y …el peligro para sus miembros que siempre es el concomitante de la lucha cristiana”.

Ella recomendó que se disolviera la iglesia. Aparentemente eso fue suficiente para despertar a los miembros o distraer a sus enemigos, o ambas cosas, porque se restauró cierto grado de armonía y prosperidad. La iglesia fue reorganizada pocos años después sobre una base más espiritual que perduró.

Esta situación de los años 1890 tiene un paralelismo hoy en día. Aunque la Ciencia Cristiana ha ganado un importante y adecuado reconocimiento en algunos sectores del pensamiento público, un breve vistazo a las publicaciones en Internet muestra que otros sectores aún se oponen tremenda y abiertamente a ella.

Una razón básica para la oposición podría ser la lucha sobre la pregunta ¿Quién será el mayor, la materia o el Espíritu, Dios? El mundo de la creencia mortal organizada insiste en que toda realidad se origina en y está totalmente controlada por las llamadas leyes de la materia. Insiste en que el surgimiento, la condición de la existencia y la caída de todas las cosas están controlados por esas leyes, que no pueden modificarse o alterarse, así como no puede cambiarse la salida del sol o las estaciones.

Por otro lado, la teología de la Ciencia Cristiana revela que toda realidad es creada y sostenida por Dios, la Mente divina. Revela la totalidad del único Dios, y al hombre como Su expresión perfecta, que es por siempre uno con Él. Prueba mediante la curación práctica e innegable, que lo que se denomina mal, cualquiera sea su forma, es una creencia o error que puede ser, y ciertamente será, disuelta por el Cristo de Dios, o Su abrazo amoroso a Su creación.

Esta verdad es el gentil y poderoso Consolador que Cristo Jesús prometió. Es la revelación final de la curación espiritual científica, en la aplicación más amplia de la palabra. Es la esperanza de la época porque está salvando a la raza humana de los esfuerzos agresivos organizados para forzar a la humanidad a aceptar la mentira de que la materia, no Dios, es suprema. Esta agresión puede ser el problema subyacente del parque infantil. Dios, no la materia, es el mayor. La superioridad de Dios prueba la nada de la materia. Las leyes de Dios prueban la falsedad de las llamadas leyes de la materia.

Dada la naturaleza de la oposición en la época de Cristo Jesús y en la vida de la Sra. Eddy, no debería de sorprender que su Iglesia hoy tenga desafíos.

Algunos dicen que estos desafíos son ciclos naturales en los sucesos humanos y en las organizaciones, como los ciclos en el mercado de valores. Otros sienten que la teología de la Ciencia Cristiana ha sido reemplazada en gran medida por el progreso en la medicina material, aunque el público en general está abandonando la medicina basada en la materia en busca de métodos con mejores registros de curación, incluido el sistema de la Ciencia Cristiana. Algunos observadores piensan que la Ciencia Cristiana simplemente enfrenta desafíos a medida que pasan los años desde que su Fundadora era activa. Y otros sugieren que algunas decisiones internas durante el siglo pasado la han perjudicado.

Por más razonables que estas explicaciones parezcan ser desde una perspectiva humana, es justo preguntarse si las mismas alcanzan el nivel de discernimiento espiritual y moral que tuvo que alcanzar la Sra. Eddy para resolver problemas similares en su primera iglesia. Ella se dio cuenta de que los desafíos de la iglesia pueden surgir de las influencias mentales sutiles, ocultas y a veces maliciosas que no se han manejado. Por ejemplo, ¿hay inclinaciones antinaturales en el pensamiento y el carácter de los miembros, que están listas para ser eliminadas porque socavan la santidad de la cual nace la dulce curación espiritual? ¿Hay un tierno sentido de compromiso y amor fraternal que impregna los pensamientos de los miembros, o exigen en cambio que sus propias opiniones sean escuchadas en un esfuerzo por ser los mejores? ¿Están la bondad, la buena voluntad y el aprecio cristiano marcando el tono de las conversaciones privadas sobre unos y otros, o se entremeten los comentarios personales y las críticas?

Para vencer el mal es útil no confundir los efectos externos o secundarios con las causas primarias ocultas. Estar alerta al propósito secreto y malicioso de la oposición mental nos ayuda a comprender que la falta de armonía, los conflictos, etc., son el nivel secundario de la aparente operación del mal. El primer nivel es la malicia y la envidia inherentes a lo que Pablo llamaba la mente carnal, y la Sra. Eddy denominó mente mortal. El mal básico se manifiesta en aquellos sistemas que serían los mejores y que darían cualquier paso para lograr ese fin. La Sra. Eddy explicó con franqueza: "Los poderes del mal se han unido en secreta conspiración contra el Señor y contra Su Cristo, tal como se expresan y operan en la Ciencia Cristiana”. También dijo que “una gran multitud” se empeña “en confabular contra nosotros” (Escritos Misceláneos, pág. 177). Ella explicó: “Los frutos naturales de la curación por la Mente en la Ciencia Cristiana son la armonía, el amor fraternal, el crecimiento espiritual y la actividad. El propósito malicioso del poder mental pervertido, o magnetismo animal, es paralizar el bien y dar actividad al mal. Origina facciones y engendra envidia y odio…” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico y Miscelánea, pág. 213). El libro del Apocalipsis en la Biblia y el capítulo de Ciencia y Salud del mismo nombre, se refieren en detalle a esta acción maliciosa y sutil.

Para gran alivio de la humanidad, la Sra. Eddy también descubrió que toda fase del mal, por más intrincada o sutil que sea, es impotente ante Dios, el Amor divino. Ella escribió: “El mal no es supremo; el bien no está indefenso; ni son primarias las así llamadas leyes de la materia y secundaria la ley del Espíritu” (Ciencia y Salud, pág. 207). Su anterior experiencia indica que los miembros simplemente no prestaron la atención que debían al estudio sincero, para poner al descubierto y anular los elementos mentales maliciosos y atrevidos que socavarían sus mejores esfuerzos, y privarían a toda la familia humana del único sistema de curación que salva de todo mal. A medida que permitieron que el Cristo los despertara para orar sistemáticamente por la nada de la oposición mental, secreta e invisible, su Iglesia y sus miembros fueron impulsados a cumplir su misión sanadora para el mundo. Esos obsequios sanadores no disminuyeron, sino que se expandieron y prosperaron naturalmente en formas correctas. Mientras estemos alertas y seamos obedientes hoy, el mismo resultado está asegurado. Dios es el único, gran YO SOY.

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