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Seguridad

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 5 de octubre de 2017


Una de las más grandes declaraciones de todos los tiempos sobre la seguridad se encuentra en las Escrituras: "El que habita en el lugar secreto del Altísimo, morará seguro bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1, según versión King James).

El texto de este Salmo continúa hablando del refugio y la fortaleza, de ser liberados del lazo, la pestilencia y la mortandad. Declara que ninguna plaga se acercará a la morada de aquel que hace de Dios su habitación. Los ángeles se encargarán de cuidarlo, tendrá una vida larga y satisfactoria, se le mostrará salvación; todo ello porque puso su amor en el Altísimo y mora en Su lugar secreto, bajo Su sombra.

Es evidente que el autor del Salmo sabía mucho acerca de la seguridad que se tiene al habitar en oración dentro de la Mente divina. Es obvio que el hecho de morar en “el lugar secreto” −la unidad del hombre con Dios− es espiritualmente mental, algo que viene por medio de la oración, la comprensión y el poder espiritual, y no depende del lugar, la circunstancia o determinación externa alguna. Es claro que estas promesas indican que encontramos seguridad cuando amamos y obedecemos la ley y el precepto divinos, dentro de la comprensión protectora de la omnipresencia de Dios.

No obstante, el mundo no ha encontrado esa seguridad. La raza de Adán cree en una existencia material separada de Dios y naturalmente insegura debido a esa separación. Por su propia naturaleza, al tener un comienzo finito y un fin inevitable, y al no tener un salvador dentro de sí misma, la creencia material de la existencia es insegura. Y si bien muchos cristianos han obtenido bienestar y consuelo espirituales, y han encontrado una clara ayuda en las promesas de seguridad de las Escrituras, para la mayor parte de la humanidad eso no ha sido una defensa poderosa contra los desastres.

La seguridad, entonces, debe tener su fuente en algo más elevado que las causas y efectos materiales. Para que la seguridad sea eficaz, no solo debe comprender el bienestar espiritual y la seguridad en una vida futura, sino que debe incluir todas las condiciones de la existencia de hoy en día. Para que sea práctica, la seguridad debe proteger el cuerpo humano y los asuntos humanos, debe incluir todas las condiciones y circunstancias. La Ciencia Cristiana está enseñando a la humanidad que esta seguridad viene cuando comprendemos que la omnipresencia de Dios es la Mente divina, y nos aferramos a las ideas divinas, que son en sí mismas seguras, y las que, por su naturaleza misma, deben siempre establecer y promover la seguridad dondequiera que se contemplen.

La seguridad no es meramente una circunstancia física, sino una condición de la comprensión espiritual. La seguridad nunca es inherente a la materia, sino que se encuentra en la operación de la Mente divina, superando los peligros de la mente mortal y la materia. La Ciencia Cristiana revela una seguridad que purifica del pecado a la consciencia individual, protege al cuerpo de la enfermedad y armoniza todos los asuntos humanos. Esta seguridad se expresa a medida que los mortales renuncian a sus creencias en la mortalidad y aceptan el fiel reflejo de la naturaleza, la voluntad y el poder de la Mente divina.

La palabra "reflejo" significa mucho para el estudiante de Ciencia Cristiana. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras Mary Baker Eddy escribe: "Dios es revelado sólo en aquello que refleja la Vida, la Verdad y el Amor, sí, en aquello que manifiesta los atributos y el poder de Dios, así como la semejanza humana proyectada en el espejo repite el color, la forma y la acción de la persona que está frente al espejo” (págs. 300, 301). La tarea del Científico Cristiano es manifestar “los atributos y el poder de Dios” al reflejar, expresar, a la Mente divina, y esto mediante una fidelidad tan inamovible como es la del reflejo en el espejo, a su original. El Científico Cristiano también aprende a proteger la integridad del reflejo espiritual de las agresiones de los sentidos materiales, para que no lo priven de su consciente unicidad con las cualidades divinas. En este progreso espiritual él no da por sentado, descuidada o informalmente, esta profunda verdad de la protección divina. Él sabe que debe resguardarla con todo el sacrificio posible de la materialidad, de la falsa percepción de su propia identidad. La halla a medida que encuentra la continuidad de su verdadera existencia espiritual en la Mente divina, Dios.

Vale la pena mencionar un incidente que ocurrió hace varios años, y que fue relatado en aquel entonces en el Christian Science Sentinel. El mismo es un testimonio de la seguridad que brinda, aun en circunstancias extremas, la aplicación de la Ciencia Cristiana.

Un joven ingeniero de minas, acompañado por su esposa, ambos estudiantes devotos de la Ciencia Cristiana, entraron en lo más profundo de un gran bosque en la parte noroeste de los Estados Unidos para examinar una mina. El día que llegaron al campamento, se vieron amenazados por un incendio forestal de tremendas proporciones, y muy pronto estuvieron rodeados por el fuego, y parecía que no había forma alguna de escapar. Durante más de siete horas, ellos y cinco mineros, batallaron contra las llamas, apagándose mutuamente el fuego de sus ropas, acostándose en el suelo para poder respirar aire, buscando los lugares donde parecía haber menos destrucción en el hirviente horno de toda la ladera de una montaña. Durante esas horas los dos Científicos Cristianos insistieron en declarar sin cejar y con firmeza el poder y la presencia de Dios para salvarlos; afirmando que Su presencia estaba con ellos, que el hombre real y la tierra real eran espirituales, no materiales, y que ninguna fuerza destructiva podía tocarlos.

Finalmente, en un momento crítico y aterrador que amenazaba con arrasarlos a todos, la esposa le gritó a su esposo: "Oh, despreciemos el peligro; ¡Dios jamás lo hizo! Esto tendría que destruir a Dios antes de poder destruir a Su reflejo”. Ellos se aferraron a ese gran hecho metafísico, manteniéndose conscientemente firmes en el Espíritu, como ideas espirituales, y regocijándose en que su refugio estaba en el Amor divino. Comprendieron con gratitud que el hombre real, por ser la imagen y semejanza de Dios, está tan a salvo como Dios Mismo, y ellos reclamaron esa seguridad en aquel momento. Se elevaron para reconocer la revelación como la Ciencia Cristiana la ha traído al mundo, y vieron cómo el poder de la idea espiritual subyugaba el peligro. Ese momento supremo cambió la situación. Ellos sabían que habían salido victoriosos, y muy pronto todos encontraron su camino hacia la parte trasera del fuego a través de un largo camino verde que no estaba quemado, y donde las llamas habían pasado a un lado sin tocarlo.

Estos estudiantes en su situación extrema aplicaron la revelación, mediante la Ciencia Cristiana, de que el hombre espiritual, por ser la semejanza de Dios, por ser una idea en la Mente divina, está tan a salvo como lo está Dios. Vieron claramente que, así como ocurre con la figura en el espejo, debe llegarse al original antes de poder tocar el reflejo. Los años de leal estudio y práctica de la Ciencia Cristiana habían espiritualizado su pensamiento de tal manera, que en el momento en que los amenazó una devastación, ellos pudieron tomar consciencia de que el hombre es el reflejo de Dios, y que el universo es espiritual. La realidad tangible de la creación espiritual, a salvo dentro del conocimiento que Dios tiene de Sus ideas, vino a su entendimiento como un ángel salvador.

Esta instancia de inspirada liberación puede alentar a todos a apoyarse en la comprensión espiritual para tener la seguridad que tanto se necesita continuamente. La bondad humana que no se defiende espiritualmente, en el sueño de vida en la materia, no está segura. Para superar las contingencias y los desastres, dicha bondad debe ser controlada y protegida conscientemente mediante la ley de Dios. El anhelo de tener comprensión espiritual significa buscar seguridad, puesto que el reflejo de la Mente divina trae a la experiencia humana presente aquello que la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana llama "la coincidencia de lo humano y lo divino” (Ciencia y Salud, pág. 561); hace que se demuestre realmente la unidad de Dios y el hombre como Mente y como idea indestructible de la Mente.

La Sra. Eddy escribió: "Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (Ciencia y Salud, pág. 424). La palabra "accidente" por lo general se asocia con la calamidad o la mala suerte, pero de acuerdo con los diccionarios, significa toda interferencia con la ley, el orden o el propósito corrientes. Por lo tanto, toda ocurrencia, circunstancia o condición de cualquier tipo que no esté de acuerdo con el designio de la ley de Dios, podría, generalmente hablando, clasificarse como un accidente. El reflejo fiel de la Mente divina se mantiene en guardia contra estas irregularidades mortales al ser el refugio y el fuerte, el escudo y la adarga, al librar del lazo y de la peste, y de la destrucción y la pestilencia, que el Salmista discernió en lo que llamó el "lugar secreto del Altísimo".

Cuando se trata de demostrar la seguridad divinamente establecida, no solo se requiere de la comprensión, sino de la aplicación y el comportamiento. Para poder sentir seguridad, debemos hacer concreta en nuestra vida diaria la verdad que es en sí misma segura. Para poder determinar nuestra experiencia, el reflejo de la Mente divina debe ocupar nuestro pensamiento constantemente, y expresarse con precisión al conducirnos de forma correcta.

Aquello que es concreto es "particular, en oposición a aquello que es abstracto y general”. A veces, es demasiado fácil para el estudiante de Ciencia Cristiana sentir devoción por la verdad, a la cual reconoce como abstracta y general, en lugar de concreta o demostrada. Puede creer en la Ciencia Cristiana y, no obstante, mantener sus negocios, su hogar, sus asuntos, separados y todavía bajo el control de las opiniones, deseos y métodos humanos. Sin embargo, a medida que la verdad que él percibe se manifieste de forma concreta y demostrable en los asuntos del día, su seguridad estará asegurada. Todos los detalles de la vida diaria deben rescatarse del dominio humano y puestos bajo el gobierno del Principio divino si hemos de mantener segura la experiencia. La Ciencia Cristiana enseña a sus seguidores a efectuar esta salvación. A medida que desmaterializamos nuestra propia actitud mental acerca del mundo y todo lo que en él hay, nos liberamos de la creencia en el peligro y tomamos consciencia de la seguridad. Mediante esta espiritualización de nuestro pensamiento también ayudamos a traer seguridad a otros.

De esta forma reconocemos que la seguridad no se manifiesta por casualidad. Debemos ganarla. Se hace evidente al unir el pensamiento con la Mente divina. Al mantener el reflejo de la Mente en nuestra consciencia, la presencia y el poder de la Mente divina −la cual mantiene segura a la idea divina, la semejanza e imagen de Dios− entra en operación para mantener a salvo la experiencia humana presente. Esto se debe a que el reflejo espiritual sana el pensamiento humano de todos los temores y peligros que harían que nuestra vida fuera insegura, fortificándola con la convicción científica de la irrealidad y la impotencia del mal, y la omnipotencia del bien.

 El estudiante de Ciencia Cristiana no se jacta de tener seguridad por su propia fuerza. No depende de la sabiduría personal. Más bien se apoya en el hecho revelado de que el hombre, como idea de Dios, no puede apartarse de la eterna seguridad del conocimiento que tiene Dios de Su creación. Disfruta de la seguridad de esta coexistencia divina en exacta proporción a su fidelidad en su comprensión de ella. Es obvio que esta unidad con la Mente divina es “el lugar secreto”. Es la sustancia de la curación en la Ciencia Cristiana. Todo Científico Cristiano se esfuerza por comprender esta unidad. Y aunque su comienzo pueda ser humilde, forjado a base de tribulaciones y paciencia, él sabe que, en la medida de su fe iluminada, le brinda un dominio espiritual seguro, pues, conecta su consciencia de la existencia con la fuente de toda seguridad: la omnipotencia misma.

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