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Suficiente Provisión

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 10 de enero de 2018


La causa —Dios— que ha producido el universo espiritual debe tener recursos infinitos para la existencia eterna de su obra perfecta, leyes para su gobierno continuo, poder eterno para perpetuarla. Esta causa debe ser inseparable de su producto, infinitamente inteligente en lo que concierne al mismo, e impecable al mantenerlo. También tiene que haber perfección en el efecto, si vamos a admitir que hay un todo perfecto. Es más, la perpetuidad de la creación implica el control ordenado del Principio divino y constante, Dios.

Realmente podemos sentirnos admirados ante la majestad del Principio divino, que es Uno y verdaderamente perfecto, dentro del cual está “toda manifestación de Vida y Mente” (La unidad del bien, por Mary Baker Eddy, pág. 3), toda ley, acción y logro. Todas las cualidades de la perfección son expresadas en la entera creación de Dios. En todas partes tenemos disponible una cantidad ilimitada de divinidad, y en todas partes está en operación la ley imparcial de Dios.

 Esta causa, que es el Principio de toda manifestación real, solo forma identidades perfectas. Con una constancia inquebrantable imparte a estas identidades las cualidades de la divinidad, y gobierna su expresión individual y universal. La capacidad de tener suficiente provisión es una cualidad eterna de Dios, y esta cualidad está disponible para toda la creación en todo momento. La creación no puede acumular o guardar las cualidades divinas; pero estas se expresan constantemente. En todo el universo de Dios se mantiene la suficiente cantidad de recursos mediante la operación de la ley de Dios, y por ello está presente y es permanente en todas partes. Esta abundancia de provisión no se acumula; más bien se está desenvolviendo constantemente. Donde la fuente es infinita el reparto es continuo, hay unicidad de causa y efecto, y no hay ninguna necesidad de acumular. Si en el universo de la creación de Dios fuera necesario que cierta parte de esta creación acumulara alguna de las cualidades, o cantidades, de verdadera sustancia, implicaría que existe la posibilidad de que por un tiempo la sustancia esté ausente, o su funcionamiento se detenga, ante lo cual la creación tendría que proporcionar lo necesario. Pero eso es impensable, imposible.

El Principio divino posee infinitas ideas espirituales, mediante las cuales puede manifestar abundantemente la armonía perfecta. Todas las ideas en el universo espiritual declaran el control de la divinidad. En el plan de Dios, el hombre, ya sea que lo consideremos individual o colectivamente, no puede acumular o acaparar ninguna cantidad de sustancia. No puede manejarla ni despilfarrarla. Solo puede expresarla y ser bendecido por ella. De modo que el hombre vive, no para acumular provisión, sino para expresar por siempre su omnipresente abundancia. La Ciencia divina interpreta a través de toda la creación la omnipresencia de la provisión perfecta, y la perfecta continuidad de la existencia.

El Espíritu capacita a todas las identidades reales para vivir dentro de los recursos del Espíritu, los cuales son infinitos. Ninguna parte de la creación de Dios puede llegar jamás a una situación en la que haya escasez. Cualquiera que acepte y se apoye totalmente en esta verdad, puede probarla. La humanidad puede afirmar esta verdad hoy en día y liberarse de su creencia en las cargas, al tomar consciencia de esta verdad y demostrarla. La ley divina de la abundancia infinita opera con simplicidad científica, de modo que el suministro de constante armonía para la creación nunca es obstruido o comprometido. Por lo tanto, el derecho divino individual y la libertad de acción de cada idea están por siempre intactos. La humanidad que está despertando, contempla estos caminos de Dios, los ama y los obedece, y comienza a ser bendecida por ellos.

El error, levantando su voz para contradecir a la Verdad, dice erróneamente: La acumulación es la única forma en que los hombres pueden salvarse del desastre. Si no acumulan posesiones materiales estarán desvalidos, serán un irremediable fracaso. Sin embargo, hay innumerables formas mediante las cuales aquello que se ha ahorrado puede ser totalmente destruido. Lo que una persona ha ahorrado puede incluso transformarse en la fuente misma de su ruina. Ciertamente, argumentos como estos no contienen ninguna indicación de la ley absoluta. Más bien indican que la lucha por la acumulación material podría ser parte de la creencia del magnetismo animal que la Sra. Eddy describe como “una creencia que depreda otra” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 583).

En oposición a esta creencia falsa, se encuentra la orden celestial del cuidado universal, es decir, el desenvolvimiento divino de los recursos inagotables. Dios tiene recursos ilimitados para todo Su universo, y la Ciencia divina mantiene el reflejo de estos recursos a través de toda la creación.

No obstante, las declaraciones antedichas no ofrecen ninguna excusa para que la humanidad sea descuidada, extravagante o imprudente respecto a lo que es humanamente necesario y correcto tener. Por el contrario, la Ciencia Cristiana enseña la aplicación de estas verdades espirituales en la vida humana mediante el ejercicio de la sabiduría, la economía y la atenta provisión para todos aquellos que las circunstancias humanas pongan bajo nuestro cuidado. La comprensión espiritual hace que el pensamiento humano sea más previsor, más prudente, más ingenioso y alerta. Hace que todo lo que se realiza humanamente de acuerdo con la ley divina, prospere y perdure, siempre y cuando sea útil.

La correcta inversión de nuestros recursos puede ser tan necesaria como el cuidado correcto de nuestra ropa o nuestro hogar. Pero no pongamos nuestra confianza en la materia en ninguna forma o cantidad. Más bien, administremos con sabiduría lo que nos llega a las manos y permanezcamos satisfechos con la comprensión de que el Espíritu es la única fuente verdadera de provisión para el hombre. La coexistencia del hombre con el Espíritu lo capacita para recibir confort, libertad y apoyo de recursos infinitos. Si nuestro pensar está gobernado por la verdad espiritual, todo aquello que forma parte de nuestros asuntos humanos diarios, ya sea animado o inanimado, estará gobernado por la ley divina, y entonces todas las cosas trabajarán juntas para el bien de aquellos que aman a Dios, el Espíritu.

A medida que la humanidad reúna los hechos de la Vida divina por estar en comunión con la Mente única, y deseche las creencias de la mortalidad, este proceso preservará todo lo que es útil y bueno en la experiencia humana, y hará que la evidencia del bien permanezca y se expanda hasta que no quede creencia o apariencia de escasez que pueda negar la totalidad y la omnipresencia del bien. Tendremos más para compartir, al obtener comprensión espiritual y usarla en la demostración, de lo que podríamos tener por acumular materia.

La vida de la Sra. Eddy es un ejemplo maravilloso de esta verdad. Cuando ella decidió dedicar toda su vida a conocer a Dios para poder ayudar a la humanidad, llegó a ser muy rica en sustancia espiritual; y esto necesariamente se vio manifestado en su condición humana. A medida que fue obteniendo el tesoro de la sabiduría divina, una riqueza de provisión espiritual se fue acumulando para ella y, a través de ella, para el mundo. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Calcular las perspectivas de la vida de uno sobre una base material, infringiría la ley espiritual y guiaría mal la esperanza humana” (pág. 319). Ella nos ha enseñado mediante el precepto y la práctica que solo la Mente es la que da todo el bien al hombre. Este hecho espiritual se relaciona estrechamente con el progreso de la humanidad, de los sentidos al Alma.

 Jesús tenía una percepción tan grande de que la ayuda divina está disponible inmediatamente para responder a la necesidad humana presente, que dijo: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” ¿No se puede tomar acaso esta declaración como una indicación de que la oración a Dios —o tener comunión con las verdades espirituales de la existencia— es el medio para que la humanidad se libere del sentido de escasez en todos los aspectos?

 Una conocida historia de la Biblia prueba que el reconocimiento de la ley espiritual de la sustancia divina, cuando se aplica a diario a la vida humana, resuelve sus desconcertantes problemas. Es la historia de la viuda con sus hijos y su vasija de aceite, que se relata en 2 Reyes 4:1-7. Respecto a la condición de pobreza resumida en estos versículos, el sentido material podría haber dicho: Esta familia no tiene suficientes recursos, así que habrá discordia, desgracia y dolor. El problema no tiene ninguna solución. No se ha acumulado materia, así que por un tiempo deberán ser castigados. Todo expresa escasez: el aceite, falta de cantidad; la mujer, falta de fe y de recursos; los hijos, falta de libertad; y los acreedores, falta de pago.

Pero un profeta se hizo cargo del caso. Ciencia y Salud define “profeta” como “un vidente espiritual; la desaparición del sentido material ante la consciencia de las realidades de la Verdad espiritual” (pág. 593). Eliseo, el profeta, consideró el caso de la viuda mediante el sentido espiritual, y debe de haber visto que la provisión suficiente es una cualidad de la Vida por siempre presente. De inmediato, el aceite manifestó abundancia en lugar de limitación; los hijos tuvieron la certeza de ser libres, en lugar de temor a la esclavitud; los acreedores expresaron satisfacción en lugar de privación; y la mujer estuvo en posesión de muchos más recursos en lugar de pobreza.

No se requirió tiempo para la acumulación de riqueza. La Mente fue el multiplicador, y la abundancia se puso de manifiesto aun en el llamado reino material. El falso sentido material dio lugar al hecho espiritual de la Verdad. Todos los componentes del caso, animados e inanimados, obedecieron la ley de Dios. La clara percepción de Eliseo produjo una mayor evidencia de la naturaleza inagotable de la verdadera provisión. Demostró el poder que tenía la verdad espiritual en el problema humano. Es mediante un ejemplo como este que el pensamiento es guiado a reconocer, en toda situación, que no es la cantidad de posesiones materiales lo que hace posible que se exprese la provisión necesaria, sino la comprensión de que la capacidad del bien para ser suficiente es una cualidad divina por siempre presente y mantenida por la ley divina; y esto, a pesar de lo mucho, o de lo poco, de materia que parezca estar presente.

Estas verdades están disponibles para que todo ser humano las demuestre. Pueden hacer que tome consciencia de que su situación no es irremediable, sus cargas no son pesadas, su pobreza no es real, sus riquezas no son inciertas, sus posesiones no fluctúan. En la proporción en que comprenda y use los hechos espirituales de la verdadera sustancia, el bien que obtiene está protegido y preservado para él. De esta forma, finalmente aprenderá que el método divino que usa Dios para impartir el bien, y la habilidad espiritual del hombre para recibir lo que proviene de Dios, es la ley mediante la cual la creación permanece perfecta.

Así es como la llamada vida humana llegará a ser una experiencia de estar cada vez más conscientes de la presencia de la verdad divina. Y muy pronto los corazones de los hombres comenzarán a cantar el ininterrumpido ritmo de la melodía celestial: “Te basta con mi gracia” (2 Corintios 12:9, NVI).

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