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Una fase totalmente nueva de creatividad

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 13 de mayo de 2021


La creatividad es una cualidad muy atractiva y práctica, que a veces se busca en una variedad de maneras extrañas. Quizás digamos de alguien que él es una persona muy creativa, o ella una gerente muy creativa. Queremos decir que esa persona parece tener gran cantidad de ideas novedosas, interesantes y sensatas, y sabe cómo usarlas. La mayoría de nosotros preferiríamos ser de esa manera en vez de sentirnos improductivos y nunca capaces de tener una buena idea.

Las empresas también quieren ser así. “Las compañías harán todo lo posible para ser más creativas”, dice un artículo en The Economist (London, August 17, 1996). Menciona una empresa en los Estados Unidos que “ha construido una ‘sala de humor’, donde el personal puede hacer de bufón con la ayuda de videos de los Monty Python”. También cita una empresa danesa que “ha prohibido el papel porque considera que fomenta el pensamiento burocrático”, y una compañía japonesa ha creado senderos en su terreno a fin de estimular la inspiración de los empleados.

Ya sea en los negocios o en otros lugares, hay un enfoque que podemos explorar que va más allá de las formas humanamente no convencionales o convencionales de ser más creativos. Un gran avance de la Ciencia Cristiana es que no sólo afirma que existe un solo creador —al igual que otras enseñanzas monoteístas— sino que también afirma que hay una sola creación, un solo tipo de creación: el resultado totalmente espiritual del único Hacedor divino, Dios. “El ‘Nos’ creativo lo hizo todo, y la Mente fue el creador” (Escritos Misceláneos, pág. 57), explica Mary Baker Eddy. Que un creador pueda tener una sola creación es fundamental para la Ciencia del ser. Y esta comprensión puede ser de gran relevancia para satisfacer nuestras propias necesidades creativas.

Que Dios haya hecho al hombre y el universo es sin duda el ejemplo supremo de creatividad. Por otro lado, el hombre, quien es la expresión de Dios, no es un creador, sino el reflejo de la Deidad. El hombre es el punto culminante de la creación, el más elevado, la expresión completa de Dios. Se podría considerar que cualquier creatividad que parezcamos poseer es un indicio de nuestra verdadera naturaleza como la imagen de Dios, el único Hacedor. A la luz de estos hechos espirituales, ¡qué error es creer que las personas finitas y mortales son creadoras! La perspectiva correcta se confirma implícitamente en las declaraciones de Cristo Jesús: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30), y “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19).

Cuando el significado de la siguiente declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por la Sra. Eddy, nos conmueve, puede parecer devastador para nuestro ego. Pero en realidad es muy liberador. Libera —saca a la luz— nuestra verdadera creatividad. Ciencia y Salud dice: “Los mortales son egotistas. Se creen trabajadores independientes, autores personales y hasta creadores privilegiados de algo que la Deidad no quiso o no pudo crear”. Es muy fácil dejarse llevar por la creencia de que somos “autores personales” aunque esta opinión material de nosotros mismos disminuya nuestra creatividad. Liberarse de una carga tan onerosa despierta nuestra creatividad. El pasaje continúa diciendo: “Las creaciones de la mente mortal son materiales. Sólo el hombre espiritual, inmortal, representa la verdad de la creación” (Ciencia y Salud, pág. 263).

A veces todos disfrutamos de lo que comúnmente, aunque erróneamente, se llama lluvia de ideas —inspiraciones repentinas— como una forma más rápida de ir de compras, un mejor método de pagar al personal, una forma más económica de construir una casa o un método menos costoso de distribuir los productos a los clientes. Si bien dichas ideas son realmente buenas y constructivas, lo que a menudo está sucediendo es que las limitaciones de la mente mortal se están desprendiendo, dándonos una vislumbre de algún pequeño rincón de la eficiencia perfecta de la Mente divina y su creación. Todas las ideas reales son espirituales y tienen su origen en la Mente. ¡Entonces, no se justifica creer que nosotros hemos originado algo sumamente inteligente!

Qué diferencia puede hacer a nuestra afluencia de conocimientos y percepciones cuando, aunque sea por unos momentos al día, oramos; cuando reconocemos y sentimos nuestra verdadera y magnífica existencia como representación de Dios. La percepción espiritual derrite la creatividad congelada. En nuestra verdadera individualidad expresamos el increíble flujo de la creatividad de la Mente divina. El hecho espiritual es que vivimos y prosperamos en la cumbre más alta de la creatividad divina. La majestuosa creatividad de Dios es evidente en nuestro propio ser individual. Como dice Ciencia y Salud: “Dios expresa en el hombre la idea infinita desarrollándose a sí misma para siempre, ampliándose y elevándose más y más desde una base ilimitada” (Ibid., pág. 258).

Todo el mundo se beneficia de la aportación de nuevas percepciones de la divinidad. Son los pilares de nuestra creciente espiritualidad, y nos dan destellos de nuestra vida real, o individualidad. Los seres humanos piensan que se les ha dado una vida, y no siempre saben cómo sacar el mejor provecho de ella. Sin embargo, esta aparente hoja en blanco, o lienzo, es una oportunidad y un desafío para descubrir lo que la Mente divina ya está expresando en nosotros: para pensar, actuar y vivir más creativa y originalmente demostrando nuestra verdadera individualidad. Los nuevos conceptos espirituales son ganancias concretas. Nos sostienen y nos hacen prosperar. Y siempre están a nuestro alcance a través del Cristo, la presencia activa e inteligente de Dios. En el Espíritu, en la Mente divina, se pueden encontrar ideas infinitamente nuevas acerca de la realidad. El Cristo nos las puede presentar, permitiendo de esa manera que la consciencia humana escape, en cierto modo, de sus telarañas de estereotipos, se aparte de la esterilidad y sea una ventana para la verdadera creatividad.

¡Qué soplo de aire fresco es ser tocado por nuevas ideas, ver cosas que nunca hemos visto antes! Tales ideas no provienen de una persona mortal que lucha por ver algo nuevo. Nuestras percepciones más satisfactorias no son producto del sudor de una frente mortal. Vienen de la Mente —y vienen espontáneamente— cuando el sentido mortal de la vida da lugar a la comprensión de que la Mente inmortal y sus infinitas ideas están siempre presentes. Nuevas vislumbres, y a veces nuevos métodos de hacer las cosas, vienen cuando pisoteamos mentalmente la creencia de ser un mortal hecho por el hombre. Cuando tratamos de hacer todo sobre una mera base personal o ególatra, esto impide nuestra demostración del único creador y Su creación omnipresente. El trabajo meramente humano, sin la ayuda espiritual, tiende a cegarnos ante la totalidad de Dios.

Ciencia y Salud dice: “El Espíritu bendice la multiplicación de sus propias ideas puras y perfectas” (Ibid., pág. 512). ¡Puede haber en nosotros una vena tan rica de creatividad, maravillosamente fructífera! Además, lo que el Espíritu bendice —y bendice la multiplicación de sus ideas— no solo debe ser infinito, sino infinitamente exitoso.

SI tienes que escribir algo —un informe, una carta importante, una narrativa, una propuesta de negocios o lo que sea— comienza rechazando la sensación de que estás solo, y tienes que llenar una hoja de papel en blanco (o una pantalla de computadora). Recuerda, en cambio, que ahora mismo hay muchas más ideas presentes de las que puedes plenamente asimilar. Las ideas de Dios están en todas partes, y Él las multiplica. Un factor importante en el éxito creativo es someter toda sensación de ser mortalmente autosuficiente —la cual es una perspectiva restringida e improductiva— y dejar así que la Mente eterna y su idea (la verdadera creación) se manifiesten.

En realidad, la autoexpresión divina nunca puede ser demorada, desviada o desenfocada. A medida que dependemos menos de la pobreza y debilidad del pensamiento mortal, y damos lugar a algo más grande que nosotros mismos —es decir, cuando lo humano da lugar a lo divino— nos vienen las ideas que necesitamos. Y descubrimos una fase totalmente nueva de creatividad.

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