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Para jóvenes

Valiente ante el peligro

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 13 de agosto de 2018


P: ¿Cómo puedo orar si estoy en una situación difícil?

R: Estaba en un viaje de dos semanas en Guatemala, cuando una tarde me encontré en medio de una situación alarmante, en lo que había comenzado como un viaje normal en autobús. Todos los días, después de enseñar inglés en una escuela, mis amigos y yo tomábamos el transporte público para regresar a la ciudad donde nos alojábamos. Viajar con la gente local demostró ser sumamente enriquecedor a nivel cultural, y casi todos los días disfrutábamos de embebernos del idioma español y escuchar la maravillosa música.

Sin embargo, un día, cuando mi grupo estaba en el autobús ya cerca de nuestro destino final, subieron dos hombres, luego se separaron, y uno se sentó junto a uno de los líderes del grupo, y el otro vino atrás a donde estábamos mis amigos y yo. Empezamos a conversar, y el hombre se las ingenió para decir varias frases en un inglés mal pronunciado. Fue entonces que de pronto, al ver que teníamos una cámara GoPro, pensó que éramos policías secretos, y empezó a acusarnos con un tono muy agresivo. Tras unas pocas frases, hasta nos amenazó de muerte. Como la música estaba muy fuerte y el autobús estaba lleno, nadie más podía escuchar lo que estaba ocurriendo. Nuestro pequeño grupo entró en pánico, al ver que nuestro pacífico día de servicio social y amor, rápidamente se transformaba en algo peligroso y alarmante.

Podría sonar raro, pero a pesar de todo lo que estaba ocurriendo, yo no sentía ningún temor. La absoluta tranquilidad que sentía no era el resultado de haber pensado con rapidez o de una valentía humana. Sé que era la presencia del Cristo, el poder de Dios que da paz y preserva la vida, que está siempre con cada uno de nosotros, que nos salva y nos protege. Esa poderosa presencia del Cristo atravesó totalmente el ruido, el malentendido y el temor, y me aseguró que Dios estaba presente y tenía el completo control de la situación, a pesar de las apariencias. Sentí una calma profunda porque sabía que el temor no podía agobiarnos o abrumarnos.

Tan tranquilos como pudimos, mis amigos y yo hablamos con el hombre en nuestro mejor español, y le dijimos que no queríamos problemas y que lamentábamos si habíamos causado alguna dificultad. Como me sentía en paz, también pude orar durante nuestra conversación con ese hombre, y para mí fue muy claro que ninguno de nosotros, incluso ese hombre, podía estar gobernado por algo o alguien que no fuera Dios. Pude ver que por ser hijos espirituales de Dios todos nosotros éramos inofensivos, inocentes y estábamos a salvo.
Muy pronto el hombre se tranquilizó, se bajó del autobús, y nosotros llegamos a nuestro destino, sin ningún otro incidente. Fue maravilloso ver cómo la situación pasó del pánico y el temor a un estado de completa paz y armonía en tan solo unos momentos. Después, hablamos con el líder de nuestro grupo y expresamos gratitud por la protección que Dios nos había dado a todos nosotros.

Pensar en esa situación me recuerda el Salmo 107:29 donde dice: “[Dios] cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas”. Esa promesa es en realidad una ley espiritual para cualquier y toda situación difícil en que podamos encontrarnos. Dios siempre tiene el control, y a medida que reconocemos Su poder, cualquier tormenta que esté rugiendo se tranquiliza. Sentimos la paz de Dios, primero en nuestro pensamiento, y luego en las circunstancias externas.

Una cosa que he aprendido de la Ciencia Cristiana es que nunca podemos estar separados de Dios. Pienso que este entendimiento fue lo que me permitió mantenerme tranquilo y orar con eficacia aquel día. Saber que somos uno con Dios y que Él gobierna constantemente nuestra vida, es un fundamento seguro cuando oramos por protección y nuestra seguridad, cualquiera sea la situación en la que nos encontremos.

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