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Vigila tu forma de pensar y encuentra progreso y curación

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 26 de diciembre de 2019


La pelota de tenis venía en mi dirección más rápido, más alto y con más efecto de lo que yo estaba acostumbrado, y mis devoluciones se iban fuera de la cancha, hacia la izquierda y la derecha. “¡Mira la pelota, mira la pelota! ¡No estás mirando la pelota!”, mi buen amigo me gritaba del otro lado de la red mientras practicábamos reveses y derechazos. Yo estaba seguro de que miraba la pelota, pero treinta minutos más tarde, descubrí que él había estado en lo cierto. Ese pequeño detalle de observar la pelota por una fracción de segundos más hacía una gran diferencia. Era la sencilla observación de un mejor jugador, y ahora yo estaba golpeando más limpia y constantemente la pelota.

Más tarde, las palabras de mi amigo alcanzaron un significado mucho mayor y me llevaron a preguntarme: ¿Cómo estoy “observando la pelota” —manteniendo mi atención en Dios, la Verdad, la Mente, el Amor divinos— en mi vida diaria? ¿Será que, como en mi juego de tenis, debo ajustar mi pensamiento espiritual cotidiano?

Estas eran preguntas legítimas, ya que recientemente había descubierto que mis oraciones para resolver los sucesos locales, nacionales e internacionales no aliviaban mis temores ni promovían sentimientos cristianos. Esto era muy inusual para mí porque la oración normalmente me daba mucha paz. Pero sin darme cuenta, al no hallar consuelo en la oración, lo compensaba aferrándome a ciertos temas en las noticias que pudieran validar mi opinión y respaldar mi sentido de seguridad. Este método inevitablemente fue decayendo en irritación, impaciencia y desesperación cuando, por ejemplo, en mi búsqueda en internet me encontré con noticias contrarias a mis opiniones. Comencé a ver cada vez más la “deflexión” de la creación de Dios (véase Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 502), un punto de vista acerca del mundo dividido en hombres buenos y hombres malos, y miles de millones de pequeñas mentes diferentes—algunas buenas, otras malas—controlando a hombres, mujeres, niños y gobiernos.

Las consecuencias de basar nuestras acciones en una creciente parcialidad distorsionada realmente no fueron evidentes para mí, hasta que un día, cuando manejaba hacia casa, me alarmé al ver la rabia, que yo creía justificada, que estaba expresando hacia los otros conductores en la autopista. Estas palabras de Ciencia y Salud describen la difícil situación que enfrentaba: “El ejercicio de la voluntad produce un estado hipnótico, nocivo para la salud y la integridad del pensamiento. Por tanto, es necesario vigilar y estar en guardia contra esto. El encubrimiento de la iniquidad impedirá la prosperidad y el triunfo final de cualquier causa. La ignorancia acerca del error a ser erradicado te expone a menudo a sus abusos” (pág. 446).

Al mismo tiempo, mi esposa, que no sabía de mis luchas, comenzó a mostrarme cada vez más noticias de la edición en línea del Christian Science Monitor Daily. Yo ya era un aficionado a la edición impresa del MonitorWeekly que recibíamos en casa, así que no tuvo que insistir mucho para que yo leyera los artículos que ella me sugería y que con tanto entusiasmo quería compartir. En la página de inicio del Monitor, vi lo siguiente: “La perspectiva es importante. Reducir las noticias a las líneas duras y tomar partido logra que no se hable de gran parte de la historia. El progreso viene al desafiar lo que escuchamos y considerar los diferentes puntos de vista”. Tomé esto como una suave reprimenda y un llamado de atención a apoyar más plenamente la misión del Monitor de “no hacer daño a nadie, sino bendecir a toda la humanidad” (Mary Baker Eddy, La Primera Iglesia, de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 353). Decidí recurrir más a Dios en oración para ser más amoroso y más paciente con mis semejantes. Esta estrofa de un himno me venía con frecuencia al pensamiento siempre que necesitaba inspiración:

Dijo el Espíritu: Venid y libres
Sed en la Verdad; triste el ensueño es
Del mortal. La Vida soy, venid a Mí.
(Elizabeth C. Adams, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 188, trad. © CSBD)

Un mes antes, durante el almuerzo después de un partido de dobles, tuve un fuerte desacuerdo con uno de mis compañeros de tenis respecto a los líderes políticos rivales en una próxima elección provincial en Canadá. La discusión se transformó en una triste y desagradable lucha de voluntades. Sin embargo, cuando nos vimos nuevamente, decidí asumir la guía del Monitor, de “repensar las noticias” y “bendecir a toda la humanidad”. Así que escuché los puntos de vista de mi amigo sobre la política con la cortesía, amabilidad y paciencia que había encontrado por medio de la oración. Tanto fue así que, de hecho, otro amigo que nos estaba escuchando pensó que ¡yo me había cambiado de bando! Finalmente, dejamos de aferrarnos tercamente a nuestras propias “páginas de opinión” mentales y de discutir. Comenzamos, en cambio, a entablar un diálogo abierto y transparente que nos ayudó a ver el trasfondo de nuestras diferencias políticas y llegar a la esencia de los diversos temas que nos preocupaban a los dos.

Siento que aquel día, cuando encontramos intereses comunes para escucharnos y apoyarnos mutuamente, estuvimos avanzando para apoyar a nuestra comunidad, nuestra provincia, nuestro país y nuestro mundo. Para mí, también fue una victoria sobre la justificación propia. Después de esta experiencia, tuve otras durante los siguientes meses que requirieron que me resolviera a confiar en Dios, la única Mente omnipotente de todos, para que me guiara a dar respuestas productivas.

Este pasaje de Ciencia y Salud describe mi actitud y enfoque durante los últimos dos años: “Hablando de su campaña, el General Grant dijo: ‘Me propongo combatir en esta línea, aunque tome todo el verano’. La Ciencia dice: Todo es la Mente y la idea de la Mente. Tienes que combatir en esta línea. La materia no te puede proporcionar ayuda alguna” (pág. 492).

 Mantener nuestra “mirada en la pelota” en la Ciencia Cristiana consiste realmente en comprender y aferrarse a Dios como el Principio divino que gobierna la verdadera existencia de todos. Cuando lo hacemos con lealtad, encontramos soluciones equilibradas y pacíficas a los desafíos, grandes o pequeños, dentro y fuera de la cancha de tenis.

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